
De magnitud 8,6, el temblor dejó cinco muertos, al menos dos ellos por motivos cardiacos, según un balance oficial publicado el jueves por la mañana.
La normalidad volvía así a Banda Aceh, capital de la provincia de Aceh, situada a poca distancia del epicentro, observó una periodista de la AFP. Los campesinos volvían a sus arrozales y los alumnos al colegio, y no se observaban daños importantes.
El sismo provocó sin embargo el pánico entre la población, pero esta vez, en cuanto se registró el temblor, la Agencia Indonesia de Geofísica (BMKG) bombardeó a los habitantes y autoridades con mensajes en los móviles y los correos electrónicos, advirtiendo de la inminencia de un tsunami. La marejada finalmente fue muy limitada, con olas de apenas un metro, lo cual provocó el levantamiento de la alerta unas horas después.
Pero la población de Sumatra estaba igualmente fuera de peligro, dado que tras la alerta del BKMG “las autoridades locales activaron las sirenas y los habitantes se desplazaron hasta las alturas, como lo habían aprendido durante ejercicios de evacuación”, explicó Denis Okello a la AFP.
“Las paredes de las clases se pusieron a temblar. Salimos todos”, recuerda Nunik Nurwanpi, educador que lleva una clase de alumnos de entre 6 y 12 años en Banda Aceh. “La gente comentaba que una alerta de tsunami, se había emitido, entonces nos precipitamos hacia las colinas”.
“Nos han bastado tres minutos máximo para emitir el alerta”, dijo Suharjono, responsable de la oficina de sismos de la agencia indonesia.
La misma rapidez operó en otras partes del litoral del océano indio.
“Empezamos a evacuar a la gente en diez minutos” tras el sismo, indicó Namrata Majumdar, responsable del centro de vigilancia de las catástrofes naturales en las islas indias de Andaman y de Nicobar.