
Así lo dio a conocer ayer el presidente de la organización, Jorge González, destacando que el reciente avenimiento logrado entre el alcalde de Cabo de Hornos, Hugo Henríquez Matus, y los funcionarios municipales constituyen “un aliciente para nosotros y una muestra de que lo realizado hace un año valió la pena”.
Agregó que ahora sólo resta esperar que el jefe comunal tenga la disposición de sentarse a dialogar, “porque él argumentó que aquí había una postura por parte del Consejo de Defensa del Estado. Sin embargo, lo resuelto en los tribunales, y que ha ido sucediendo en varias comunas del país, ha dicho una cosa distinta”.
González confía en la buena disposición del alcalde “porque sentimos que él siempre tuvo disposición, pero fue mal asesorado. Como él no tiene una postura política definida escucha a todos y muchos no quieren que a él le vaya bien, sólo por ser independiente. El alcalde debe estar de nuestro lado y entender que estamos en lo cierto”.
El presidente de la federación basa su confianza en el caso de municipalidades como Olmué, donde también hubo una férrea oposición del Consejo de Defensa del Estado, y los avenimientos en las comunas magallánicas de Río Verde y Cabo de Hornos.
En cuanto a números, Jorge González plantea que si bien no habría problema para revisar a partir de 2008 “el problema mayor es para atrás, porque el cálculo bien mal del año 1981”.
Acción extrema
La convicción de que estaban en lo correcto, fue lo que llevó a Jorge González, Juan Urzúa y Emilio Aguilar a una huelga de hambre que se prolongó durante 31 días.
La acción de los trabajadores municipales fue el acto seguido a un paro de dos semanas, que apuntó a exigir el pago del denominado bono compensatorio previsional.
González, hoy presidente de la Federación de Trabajadores Municipales, recuerda el episodio como “un momento complejo y difícil tanto en lo laboral como en lo familiar”.
Agregó que lo fácil de la decisión, amparada en la convicción de luchar por lo que consideraban justo, contrastó con lo difícil de mantener la acción durante varias semanas. “Pero valió la pena, porque el tiempo nos está dando la razón”, enfatiza.
Recuerda que mantenerse en una huelga de hambre es duro tanto en lo físico como en lo sicológico, “pero en ese momento era la única manera de hacer sentir nuestros derechos”.
Fue el 27 de julio cuando los dirigentes (a esa altura González y Urzúa) depusieron la huelga tras entrevistarse con los ministros Laurence Golborne y Rodrigo Álvarez, el intendente Arturo Storaker y el obispo Bernardo Bastres. En los últimos cuatro días, la huelga se había tornado seca.