
“Pongamos esto en perspectiva”, dijo ante periodistas Sebastian Coe, presidente del comité organizador. “Esto no tiene, ni tendrá, impacto alguno sobre la seguridad de estos Juegos, que por supuesto es nuestra prioridad número uno”.
Sin embargo, sus esfuerzos se vieron minados en el Parlamento, donde el director general del grupo de seguridad G4S reconoció que el fracaso de su empresa para contratar suficiente personal para los Juegos Olímpicos había avergonzado a toda la nación.
Cerca de 3.500 soldados británicos adicionales —incluyendo algunos que recién regresaban de Afganistán— fueron emplazados para solucionar el problema de último minuto.
El jefe de G4S, Nick Buckles, reconoció su culpa mientras era cuestionado por legisladores británicos en un testimonio que fue transmitido en vivo.
“Es un desastre humillante para el país, ¿o no?”, cuestionó el legislador David Winnick.
“No puedo diferir con usted”, respondió Buckles.
Sin embargo, Buckles fue presionado para que explicara por qué la compañía no había avisado a las autoridades sino hasta que faltaban dos semanas para la inauguración de los Juegos que su trabajo de reclutamiento no había sido adecuado.
No obstante, la empresa pagará por sus errores. G4S dijo que espera una pérdida de entre 35 millones y 50 millones de libras (entre 54 millones y 78 millones de dólares) por el contrato, lo que equivale a un 12% de sus ganancias anuales.
Un día antes, un chofer que transportaba atletas olímpicos desde el aeropuerto tomó la ruta equivocada y se extravió.
El vallista estadounidense Kerron Clement tuiteó que el autobús que lo llevaba del aeropuerto Heathrow hacia la villa de atletas estuvo cuatro horas perdido.
Coe indicó que el viaje de autobús de Clement en realidad demoró dos horas y media, y señaló que la mayoría de los atletas llegaron a sus destinos sin problemas.
“El 98% de estos viajes se realizan sin ningún problema”, afirmó.