Gestor cultural repite viaje de Hernando de Magallanes

General
09/02/2013 a las 09:26
Eduardo Velásquez, emocionado arribó unas horas a Punta Arenas después de quince días de travesía. Luego continuó rumbo a Valparaíso, pero más que los kilómetros de avance aseguró que “hay un éxodo interno que te cambia la forma de ver la existencia, ésta es una experiencia que hay que vivirla”. En su primer día a bordo del “Peace Boat” o Barco de la Paz, el músico y gestor cultural, Eduardo Velásquez, presentó a los cerca de mil pasajeros, el “Ma-Hai”, un muñeco hecho completamente a mano que recoge los alientos mágicos de antiguos espíritus selknam que habitaban la Patagonia. Hasta ahí la historia bien, pero el mono desapareció y un gigante signo de interrogación quedó rondando en la cabeza del magallánico.
Horas después a su correo le llegaron fotos del muñeco, ubicado en distintas posiciones y lugares del barco. Durante quince días las imágenes se repetían insistentes en su computador, él no entendía nada.
“Cuando arribamos a Punta Arenas me entregaron el muñeco. Nunca supe quién lo tenía, pero fue divertido. Los japoneses son personas muy respetuosas, de una cultura y tradiciones poderosas. Tienen mucha curiosidad por conocer de otras culturas y saber. Todos querían aprender español así que había harta comunicación a través de voluntarios que hacían las traducciones”, explica.
La invitación a participar de la aventura del Peace Boat le llegó por correo, justo antes de Navidad. “No lo pensé dos veces y me sumé a la iniciativa. Hay un intercambio cultural que se da en un ambiente de mucho respeto, el idioma no es un obstáculo, las necesidades y los problemas son similares. Hay un mensaje de paz importante que promueve el barco y una defensa vital a los derechos humanos y la naturaleza”, indica.
Acerca de las actividades en el barco, Eduardo Velásquez indicó: “Aquí hay distintos programas sociales, charlas, talleres sobre DD.HH., cultura e identidad, energías sustentables. En Río conocimos las organizaciones que están en contra de la energía nuclear, que son muchísimas y el discurso en temas ambientales es muy parecido al de los chilenos. Es genial ver cómo estas organizaciones llevan los temas y se manifiestan con acciones concretas. Estamos preparando una canción en diferentes idiomas, creando y grabando, aprendiendo todo el tiempo. Es un experiencia genial para mí”, precisa.
Durante la travesía siempre se imaginó repitiendo el viaje de Hernando de Magallanes, pero con la tecnología y avances de 493 años.
“Siento que repetí la travesía de Hernando de Magallanes, los tiempos son distintos obviamente, pero uno puede imaginarse cómo era, las dificultades que tenían, las malas jugadas del tiempo y todo el proceso que vivieron las nao en su travesía, en cierta forma uno también es un descubridor”, agrega.
La nave que mide 205 metros de largo, tiene once pisos y más de 500 habitaciones realiza un recorrido de 102 días, pasando por más de 17 puertos alrededor del mundo.
El viaje es una experiencia turística, social, y de aprendizaje. Y en cada nueva travesía invitan a cuatro jóvenes activistas ambientales. Este año, en el recorrido 78, se sumó el magallánico Eduardo Velásquez; Camila Cortines, de Codeff (Chile); Heder Schuab (Brasil); y Florencia Delle Donne (Argentina).
“Hice de grandes amigos, con inquietudes similares. Quiero volver y hacer un documental que ayude a mejorar la visión ambiental y sustentable del territorio”, precisa.
Eduardo Velásquez, emocionado arribó unas horas a Punta Arenas después de quince días de travesía. Luego continuó rumbo a Valparaíso, pero más que los kilómetros de travesía confiesa que “hay un éxodo interno que te cambia la forma de ver la existencia, ésta es una experiencia que hay que vivirla”. Durante el recorrido tomó clases de japonés, participó en seminarios en distintos puertos de Sudamérica, abogó por el desarrollo de energías sustentables y conoció de cerca a pasajeros japoneses afectados con el desastre de la termoeléctrica en Fukushima.
La planta nuclear sufrió serios daños durante el desastre natural en marzo de 2011, dando como resultado la peor catástrofe nuclear de la historia, desde el accidente de Chernóbil. Esta contaminación radioactiva continúa extendiéndose por un área muy extensa, causando daños devastadores a la agricultura, la pesca y ganadería y provocando serias preocupaciones sobre la seguridad alimentaria.
Otra experiencia notable es que desde el año 208, el Barco de la Paz ha invitado a los Hibakusha, sobrevivientes de la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki. Sus testimonios abogan por un mundo sin armas nucleares y su mensaje se hace urgente transmitir, porque la mayoría ya supera los 76 años de edad.
Emilie McGlone, coordinadora internacional de los viajes globales, valora la participación de los invitados. “A través de Eduardo los pasajeros pudieron conocer la realidad de Magallanes y la Patagonia, además de la música que se hace en la zona”.
Explica que los viajes tienen un sentido de aprendizaje, “hay turismo, pero con visión ambiental. Nosotros llevamos un mensaje de paz al mundo”.
Una vez en Punta Arenas, el “Peace Boat” se reunió con integrantes del Frente de Defensa Ecológico Austral, dirigentes de DD.HH. y de la Asamblea Ciudadana. En el encuentro se aunaron voluntades y acciones para la defensa de causas socio-ambientales que afectan al territorio de Magallanes, especialmente la problemática focalizada en Isla Riesco, cuya biodiversidad está bajo amenaza por la presencia de Mina Invierno y sus faenas extractivas de carbón a cielo abierto, aseguraron los ambientalistas que recibieron al buque en el Muelle Mardones.
La actividad se enmarcó en el programa CJE (Programa de Justicia Climática y Energía), cuyo objetivo es construir un movimiento global, diverso y efectivo, generando un acercamiento a la crisis climática y, en la línea de cambios estructurales para transformar el modelo neo-liberal y reducir radicalmente el consumo.
Peace Boat es una organización no gubernamental y no lucrativa, de ámbito internacional y con sede central en Japón, que trabaja para promover la paz, los derechos humanos, el desarrollo justo y sostenible y el respeto por el medio ambiente. Con su labor pretende crear conciencia y acción para conseguir cambios sociales y políticos en el mundo. Para ello, organiza programas educativos globales, de turismo responsable, proyectos de cooperación y campañas de sensibilización y presión socio-política. Las actividades se desarrollan en cooperación con otras organizaciones de la sociedad civil y comunidades de Japón, el Noreste Asiático y el resto del mundo

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