
“La piscina propia es un sueño. Debería haber una solamente para los entrenamientos, y otra para lo recreativo, cuando se mezclan las dos cosas ahí está el problema de que no se dan los espacios”, reconoce. “Los niños que salen a nadar después del colegio se juntan con los adultos que van después del trabajo, entonces no hay espacio para todos”, asegura Ampuero.
Ante la necesidad de tener un lugar donde entrenar, la alternativa de formar una alianza con el Club de Campo Leñadura es descartada por parte del fundador del club que hoy cumple nueve años de vida.
Hace un par de años vivieron la experiencia y asegura que les “levantaron” a unos nadadores. Explica que los padres decidieron cambiar al nadador de club, ante las posibilidades que podía ofrecer un club con piscina propia. “Fue la forma en que lo hicieron”, lamenta. “por eso cuando no le dieron la oportunidad y a los cuatro meses quiso volver, fue complicado”.
Compartiendo con otros clubes en la piscina fiscal, quienes se concentran sólo en la parte formativa, asegura que estando en la otra vereda, siendo el club que tiene mejores condiciones y sabe lo que es competir a nivel nacional y en el extranjero, explica que sería “inconsecuente que hiciera lo mismo. En los otros clubes hay chicos que tienen talento, uno los ve y los aceptamos cuando vienen por iniciativa propia”, reconoce, asimismo explica que no podría acercarse a decirle a un niño que abandone su club porque “le podemos dar algo mejor”.
Consultado sobre la realidad de la natación en Magallanes, donde sólo un 20% de la población sabe nadar y a pesar de eso se consiguen buenos resultados, asegura que “no pasa por el poco interés de la gente. Con los programas que se realizan están todos llenos de gente”.
“Cuando tú le das los espacios, la comunidad te responde. Así que no sería mala la idea de poder hacer un centro acuático de rendimiento, hay que ver…”, aclara.