Estación Náutica: Un momento para detener la felicidad

General
30/03/2013 a las 09:54
Ubicada en Río Seco, en medio de la historia, a pasos del Estrecho de Magallanes, nace un restaurant, pub, y salón de baile: Todo al mismo tiempo. El que llega es un descubridor de los placeres culinarios, la buena atención y las ganas de decir: “Detente bello instante”, tal cual propuso el filósofo alemán Goethe, un siglo atrás. Un lugar privilegiado: Ventanales gigantes, ubicados en el comedor, son verdaderos ojos por donde ondula palpitante la historia. Desde ahí, los comensales pueden imaginar las vivencias de intrépidos navegantes que acortaron camino, arriesgando sus vidas en frágiles carabelas por el paso interoceánico. Y a pocos metros todavía permanecen gastados los pontones del muelle desde donde zarpó el insigne piloto Luis Pardo Villalón y la nave Yelcho, para rescatar a la tripulación de Shackleton que esperaba sin mucha esperanza en la Antártica.
Hoy, el lugar es un punto de encuentro para quienes desean degustar de la buena mesa y la atención de calidad. Son cuatro ambientes, en uno. La historia comienza cada sábado a las 22 horas, con una cena donde siempre hay dos menús para elegir. Hipnotiza el ceviche con palmitos de entrada y la porción variada de empanadas: Todas crujientes de fina masa, rellenas de camarones y queso; otras de salmón que despiertan la vampiresca necesidad de atrapar el sabor. Cada fin de semana la sorpresa varía. Luego, en el segundo piso está el bar y la pista de baile. Y para los más osados hay un salón de conversación, reservado para los momentos en que la mirada se encanta con la razón y el corazón que late en suaves suspiros para brindar por la tranquilidad.
El domingo, la invitación es a un almuerzo familiar. A las 13 horas ya está todo dispuesto. Siempre dos menús, carta de jugos y vinos a elección. Y el mismo día, a las 17 horas, la Estación Náutica revive las contundentes onces inglesas, cuando el lugar era un frigorífico.
Al final, siempre el que llega es un descubridor de los placeres culinarios, la buena atención y las ganas de decir: “Detente bello instante”, tal cual propuso el filósofo alemán Goethe, un siglo atrás.

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