En todas las operaciones se contrató mucho personal para todas las necesidades, trayendo en el caso de Tierra del Fuego a ovejeros de Escocia, Nueva Zelandia, Malvinas, y operarios especializados que ayudaron en la construcción de las instalaciones.
Desde entonces, las estancias se ramificaron por toda la Patagonia, al extremo que el paisaje del territorio queda incompleto sin la extensión y la propuesta arquitectónica de las construcciones.
En las cuatro provincias, imponentes todavía asoman el galpón de esquila, la casa de la administración, la carpintería, la cocina, la vivienda de los trabajadores. En toda la región las estancias son autónomas, comparables a las pequeñas polis griegas por su capacidad de autonomía.
El diálogo inteligente entre la arquitectura y el paisaje, quedó expresado también respecto a los puntos cardinales, la caza del sol y las frecuencias de los vientos. Espacios cerrados perfectamente organizados, para dar vida al mundo productivo y autónomo de la estancia.
Entonces, cada vivienda tenía su rol y estaba orientada acorde al espacio y al tiempo de funcionamiento, con estratificaciones laborales claras.
De esta forma, la casa del administrador tenía una vista de dominio, un lugar de poder desde donde controlar el funcionamiento general del asentamiento, proyectando así una imagen de autoridad y respeto.
Luego -en la escala social-, venían las viviendas de empleados y más abajo las que ocupaban los empleados de oficina. La de los obreros permanentes siempre está cerca del galpón de esquila.
Presentamos algunas de las estancias emblemáticas que parecen ser parte del paisaje.