
De acuerdo con cifras del Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin), desde el 2010 a la fecha no existe producción de lapislázuli en el país. En la última década, 2006 marcó el peak de extracción con 400 toneladas, seguido por 2009, último año de actividad, con 215 toneladas.
La producción nacional de la piedra -único país con alguna mina de lapislázuli junto a Afganistán- está en manos de Flores de Los Andes, compañía que cuenta con un depósito en las cercanías de Ovalle, a 3.600 metros de altura y a unos 200 metros de la frontera con Argentina.
El mineral ya era conocido por los pueblos precolombinos del área andina que extraían de este yacimiento el lapislázuli usado para sus joyas, atraídos por la lazurita, componente que le otorga a la piedra un intenso color azul.
A fines de los años 80 el estadounidense Herman Warmbold compró las pertenencias en la zona de Ovalle buscando industrializar la producción del lapislázuli. Fundó Flores de los Andes, la compañía que explotaría uno de los dos grandes yacimientos de la piedra en el mundo.
Uno de los asesores de Warmbold en la creación de la empresa fue el ejecutivo eléctrico Rudolf Araneda, quien se apasionó por el lapislázuli y, hoy, es el mayor accionista de la compañía.
¿Cómo pasó? Araneda cuenta que en ese período fue vendida una compañía en la que él participó en sus inicios y las ganancias obtenidas fueron invertidas en la minera.
Pese a tener gran parte de su patrimonio personal invertido en la mina, Araneda, actual gerente general de la central GasAtacama, reconoce que no puede dedicarle mucho tiempo al desarrollo del proyecto, una de las razones que explica la paralización de la producción.
La empresa hoy sólo está vendiendo los stocks que maneja en bodega.
Si bien, Araneda apunta que en las campañas de extracción de la piedra, que sólo pueden ser en verano, se sacaba la mayor cantidad posible de lapislázuli, lo que podría generar el “sobrestock”, hay otra razón que desmotiva a los socios: el robo del mineral.
“Grupos organizados han establecido un proceso para extraer lapislázuli del yacimiento de manera ilegal y en forma sistemática. Usando explosivos sacan algo de mineral el que bajan en mulas y camionetas para luego venderlo a artesanos y tiendas”, acusa Araneda.
Actualmente, la firma opera vendiendo lapislázuli a artesanos en bodegas que mantienen en la comuna de Quilicura. La venta es por kilo y, según orfebres, su valor varía entre los $8 mil y $15 mil por kilo, dependiendo de la calidad de la pieza.
El principal accionista de la mina dice que lo vendido en sus galpones abastece marginalmente la demanda existente en Chile. “Un porcentaje importante de las ventas de lapislázuli en el país proviene de este mercado ilegal. Lamentablemente se ha profundizado este esquema informal e indebido”, dice.
Añade que “esta red informal de extracción y venta de lapislázuli incluso utiliza nuestro campamento e infraestructura, logrando una extracción más barata a cambio de un tremendo daño al yacimiento”.