La lucha diaria de un ex boxeador por noquear al alcoholismo

General
19/10/2013 a las 12:27
Cada día es un round y cada segundo que vence lo agradece a Dios. Hoy, José Navarro, cumple un año y 167 días sin tomar. Su pasado asoma como una tiniebla sin fondo por donde le duele avanzar. Errázuriz, Avenida Independencia y tantos otros recovecos de la ciudad, donde durmió y vio morir a sus “amigos” de la calle. En este segundo período de vida quiere recuperar el tiempo, ya se reencontró con uno de sus hijos que nunca vio crecer, en un viaje que lo llevó hasta Valparaíso. Y con la misma convicción que antes entraba al cuadrilátero, está empeñado en que más personas puedan dejar el alcohol: “Ahora estoy limpio y me doy cuenta que estaba en un hoyo, en medio de una enfermedad, que sin apoyo y amor es imposible salir. Si yo pude, otros también pueden hacerlo”, dice tajante, mientras vende el diario en la esquina de la plaza, orgulloso de su nueva primavera.
Los golpes de la memoria, a ratos, fallan y los puños apretados dibujan un rostro noqueado, tantas veces, entre las vallas de cuerdas flexibles que forman el ring. Era otro tiempo, un desfile de hombres rudos defendiendo su honor a galería llena, en el Gimnasio de la Confederación Deportiva. Entonces, en la década del setenta, José Navarro entraba presto a doblegar al rival.
Esa misma fortaleza es la que ocupa cada jornada: “Todos los días es una lucha, salgo a las seis de la mañana a vender diarios y no sé que pueda pasar en la tarde, por eso, cada día le agradezco a Dios, porque uno nunca deja de ser alcohólico, aunque ya no tome”, explica.
Llegó de la ciudad de Castro a hacer el servicio militar. “Me trajeron porque era bueno para los combos y para participar en los torneos militares. De ahí no me moví más de Punta Arenas”.
Aprieta las manos y recuerda su época de oro, cuando peleó con el “Chico Hernández” en Puerto Montt, y Pedro Flores. “Eran otros tiempos, era un deporte que llenaba el gimnasio de Castro, y acá el de la Confederación… Yo era peso Mosca y era bien aguerrido”, cuenta y los ojos cobran un tono vidrioso.
Pero esa historia de orgullo tuvo un quiebre brutal. Cayó al alcohol y lo perdió todo: familia, dignidad, hijos... Fueron más de diez años por las calles, pidiendo para comprar una caja de vino. Un accidente trágico y traumático le devolvió el sentido a su vida.
“El 5 de mayo de 2012, iba a comprar una cajita de vino. No sé cómo habré andado y justo en España me atropellan. Estuve grave y desde ese día nunca más he tomado, hasta ahora. La gente de la Hospedería del Hogar de Cristo me ayudó, ellos me dijeron que yo podía dejar el consumo, la calle, y en eso he estado hasta ahora, por eso estoy muy agradecido con ellos”.
Así recuerda uno de los días más importantes del último período de su vida José Navarro, de 57 años. Hace una pausa, arregla su gorro con visera y continúa: “Recién ahora me doy cuenta de las cosas que uno pierde en la vida por estar metido dentro de un vicio que es el alcohol, más que un vicio es una enfermedad y solo no se puede salir, se necesita ayuda”.
José Navarro conoce a casi todos los que la sociedad denomina eufemísticamente “personas en situación de calle”. Se acerca a ellos, los saluda. Ellos lo ven con respeto. Saben que está ganando su propia batalla. Se abrazan.
-Hola, ¿cómo está hermanito? –pregunta Navarro.
-Ahí estamos viejito.
-Buena, cómo estai, José –dice otro.
Hola, Chocolate, cómo estai? –responde.
El diálogo ocurre en calle Errázuriz. Perfectamente José Navarro podría ser un monitor y apoyar a los que fueron sus pares con la experiencia adquirida.
“Yo, los veo y me da pena, porque yo también andaba así y no me daba cuenta. Nos cuidábamos, hay una amistad… Pero es duro, ahí caen también personas importantes. Me tocó ver morir a Santana, una noche de frío no despertó más. El era Hijo Ilustre de Porvenir, un boxeador que llegó a ser campeón de Chile”, confiesa.
Navarro asegura que “no hay otro remedio que el apoyo, el cariño y la comprensión que le tengan. El amor que le tengan a la persona que le digan no, tú vai a salir adelante, nosotros te vamos a dar el apoyo y ahí estar con él, estar con él ahí, estar con él ahí, no hay otro remedio y eso tiene que entenderlo la gente. Porque el alcoholismo es una enfermedad que te arrastra y denigra como persona”.
En su historia perdió la oportunidad de conocer a sus hijos, pero en la recuperación se ha reencontrado con ellos. “A ellos no los vi crecer por el mismo problema del alcoholismo, casi nunca estuve con ellos cuando eran niños. Ahora que ya son mayores me he acercado, y gracias a Dios que les dio un corazón de carne, me pudieron perdonar y darme un abrazo. ‘Papito, ahora tenís que seguir adelante, tenís que seguir así tal como estai’, me dicen”, cuenta.
Cada día es un round y cada segundo que vence lo agradece a Dios. Hoy, José Navarro, cumple un año y 167 días sin tomar, arrienda su casa y vende diarios todos los días en la plaza. Su pasado asoma como una tiniebla sin fondo por donde le duele avanzar. Errázuriz, Avenida Independencia y tantos otros recovecos de la ciudad, donde durmió y vio morir a sus “amigos” de la calle. En este segundo tiempo de vida quiere recuperar el tiempo, ya se reencontró con uno de sus hijos que nunca vio crecer, en un viaje que lo llevó hasta Valparaíso. Y con la misma convicción que antes entraba al cuadrilátero, está empeñado en que más personas puedan dejar el alcohol: “Ahora estoy limpio y me doy cuenta que estaba en un hoyo, en medio de una enfermedad que sin apoyo y amor es imposible salir, si yo pude, otros también pueden hacerlo”, dice tajante.

PUBLICIDAD

Pingüino Multimedia entrega este espacio a su público para la expresión personal de opiniones y comentarios apelando al respeto entre unos y otros desligandose por completo por el contenido de cualquier comentario emitido.

Comentarios


comments powered by Disqus
Más noticias
NOTICIA ANTERIOR Enfermedad hepática felina
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD