
“La responsabilidad de abrir los caminos del aire hacia los confines de la patria no podía haber caído en mejores manos. El ex oficial de infantería había llegado al Grupo Tecnico de Aviación en Abril de 1927, comenzando su brillante carrera de aviador. En enero de 1929 había visitado Magallanes y Última Esperanza, buscando sitios apropiados para la construcción de aeródromos en la zona, aprovechando la oportunidad para hacer unas observaciones meteorológicas, que ahora resultarían de vital importancia”, dijo la Fuerza Aérea en un comunicado.
Paralelamente, el capitán Abel presentó un estudio comparativo destacando las ventajas que presentaba la ruta por el territorio argentino ya que “es la más segura meteorológicamente hablando, cuenta con población más o menos numerosa y es relativamente más corta”. No obstante esta sabia recomendación, Abel no descuidóel trazado de una ruta por el lado chileno, dedicándose a recopilar los informes de los sucesivos vuelos efectuados hasta la fecha, los reportes de la expedición de Youlton en 1930.
El primer paso fue determinar el traslado de las instalaciones de Cabo Negro al sector de Bahía Catalina. Ya a fines de diciembre de 1935, se habían levantado los dos hangares Junkers llegados en 1931; se estaba construyendo un varadero para los anfibios y más de 100 hombres trabajaban en los movimientos de tierra que demandaba la construcción de la pista del nuevo aeródromo.
Poco a poco, la planificación del Jefe de la Línea Aérea a Magallanes había comenzado a ser una realidad tangible, ante los ojos de los puntarenenses y el momento para que los esfuerzos del capitán Abel y su grupo empezaran a rendir los primeros frutos, estaba próximo.
El jueves 07 de enero de 1937 a las 18:20 horas, el anhelado sueño de los magallánicos de conectarse por la vía aérea con la capital se hizo realidad. Aquel día el anfibio Sikorsky S-43 “Magallanes” rodó suavemente por la pista del aeródromo de Bahía Catalina finalizando exitosamente la jornada iniciada un mes antes en Bridgeport.
El primero en descender de la aeronave, fue el general Diego Aracena, seguido por el comandante Manuel Tovarias jefe de la base Puertomontina; el capitán Carlos Abel y el teniente Tomás Gatica, piloto y copiloto respectivamente.
De esta forma, la Línea Aérea Experimental a Magallanes era toda una realidad.