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Sus diferencias
Se dice que el gato es el único animal doméstico que no ha sido domesticado. Hasta cierto punto es cierto: el gato es independiente, se le puede dejar en casa, no requiere de tanto amor de su dueño, no te saltará encima cuando regreses del trabajo, pero también te puede brindar compañía y cariño. Si te gusta tener mucho espacio y no quieres un animal que esté muy pendiente de ti, el gato puede ser para ti. Si quieres uno que te acompañe en recorridos al aire libre, se emocione cada vez que te vea y requiera de tus caricias, entonces el perro puede ser ideal. Pero esto es sólo una descripción generalizada.
Necesidades distintas
Para empezar no debes adoptar un gato que no acepte a un perro, o viceversa, ni un animal que haya tenido indicios de agresividad.
Un perro en casa
Si tienes un perro y quieres añadir un gato a tu hogar, tienes que socializarlo desde que sea un cachorro. El primer año, sobre todo las primeras 12 semanas, son fundamentales. Tienes que socializarlo con otros perros, gatos y mascotas, además de niños y otras personas. Es importante que lo socialices en muchos sitios distintos.
O un gato
Como en el caso del perro, la socialización es necesaria desde temprana edad y con resultados positivos. El gato debe conocer a otros gatos, perros y animales. El contacto contigo y con otras personas también lo ayudará a desarrollarse.
Con los dos
Si no tienes mascota y adoptas o compras a los dos, tendrás mucho trabajo por delante. Cada mascota requiere de mucho tiempo para que la conozcas, comprendas todo lo que necesita y para que ella se acostumbre a ti. Eso sí, tendrás que socializar a dos animales a la vez.
1. Coloca a cada uno en una habitación continua a la otra y que estén divididas por una puerta. Por ejemplo, puedes poner al perro en el salón y al gato en el cuarto. La puerta debe estar cerrada todo el tiempo. Habrá ladridos y rasguños porque cada mascota querrá acceso a la otra. Comparte tu tiempo con ambos y prémialos cuando corresponda.
2. Dale a cada uno un artículo del otro: ropa, un paño o toalla. Este artículo tendrá el olor del animal.
3. Cuando se comporten más tranquilos, pueden intercambiar habitaciones. Pon el gato en la habitación del perro y viceversa. Los ayudará a adaptarse al aroma del otro y a compartir espacios.
4. Abre la puerta. Lo ideal sería que colocaras una barrera de seguridad entre las dos habitaciones, así se podrán olfatear y entrar en contacto con el otro. Si no tienes una, colócate en el umbral. No permitas que ninguno interceda a la habitación del otro. Si se acerca el perro, agárralo y permite que el gato se le acerque. No sueltes al perro y prémialo cuando se tranquilice. Si ladra dale la vuelta.
5. Quédate con ellos, supervísalos e interviene si hay alguna pelea. No permitas que el perro persiga al gato. Además, si el gato huye, el perro lo puede ver como una invitación a jugar o como presa, así que detenlos. Puedes darle un descanso al que parezca instigar al otro, pero no muestres preferencias ni pongas a uno por encima del otro físicamente. No cargues al gato mientras el perro está en el piso, por ejemplo. Los perros siempre buscan acercarse a la cara de sus madres cuando son cachorros, por lo que cargarlos es una recompensa.
6. Si no puedes supervisarlos todo el tiempo, deben estar separados hasta que regreses a casa.
7. Jamás pongas a uno en una jaula si esa mascota puede ver a la otra suelta. Sé justo y sin preferencias.