Adiós “Memo”, el amigo de los dulces

General
01/02/2014 a las 16:32
En el último tiempo pudimos verlo silente, en la misma esquina pero sin ofrecer sus productos, sin voz, sólo mirada. Esta semana, Punta Arenas perdió a otro de esos seres anónimos, esos que de tarde en tarde aparecen en nuestras calles ganándose el cariño de la gente. Esos que están ahí, que los observamos, saludamos o tantas veces ignoramos; esos que, de pronto, por los avatares o la ley que no sabe de concesiones, desaparecen, dejándonos una lección de vida.
A través de los medios de comunicación nos enteramos del fallecimiento de José Guillermo Muñoz, “Memo”, el hombre que durante varios años alimentó las ansias de nuestros pequeños afuera del colegio o en las esquinas del centro con la venta de dulces y golosinas.
El pequeño en estatura física, pero inmenso en corazón, que con su voz aguda siempre nos regaló una sonrisa y hasta uno que otro dulce, el mismo que durante los últimos años sufrió una grave enfermedad que pese a su inmisericorde efecto no mermó sus deseos de seguir trabajando en la esquina de Fagnano con Plaza Muñoz Gamero, desafiando el frío, la lluvia y el bendito viento magallánico.
Su partida me golpeó, aunque de “Memo” no sabía absolutamente nada. Sólo lo recuerdo afuera del San José, sonriente, amable con su eterna compañera. Caminando por el centro saludado por todos sus clientes, pequeños convertidos en jóvenes, hijos convertidos en padres. Lo recuerdo empujando su carrito y casi como un ritual instalándolo con un esmero que ya se lo quisiera cualquier hombre de oficina o negocios.
Cinco, 10, 15 años. No sé exactamente hace cuánto tiempo lo frecuenté para hacerme de azúcar, con esas “planchitas” de chocolate o esos “calugones” que eran sus productos infaltables. También recuerdo la primera compra de mi hijo y años después la de mi pequeña, preguntándome ¿Por qué ese tío vende confites?
En cada encuentro, la sonrisa afable, sincera, alejada del cinismo, hipocresía y grandilocuencia de tantos que pululan por ahí.
Pero ¡Que poco supe de “Memo”! y que poco sabemos de los tantos “Memos” que cada día encontramos en nuestras calles. Por eso, estas líneas, por eso el silencio, el recuerdo.
En el último tiempo pudimos verlo silente, en la misma esquina pero sin ofrecer sus dulces, sin voz, sólo mirada. Imaginamos que escribía los últimos capítulos de una vida de esfuerzo y que se aprestaba a iniciar ese viaje eterno, desconocido. Estábamos en lo cierto.
Como recuerdo me queda el privilegio de haberlo entrevistado, hace no sé cuántos años, hablándome con pasión de sus productos, sus clientes y del valor de la sonrisa y la palabra.
Hoy, en el adiós, que seguro será un hasta pronto, nos deja como regalo una lección de vida y una sonrisa.
Gracias, “Memo”.

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