Una nueva prohibición que disminuye nuestra libertad

General
01/02/2014 a las 12:41
“Todos coincidimos en que las bolsas que arrastra el viento y quedan atrapadas en la flora de nuestro entorno o en el fondo de un lago es una situación inaceptable, pero hay otras formas de enfrentar el problema”. El reciente reglamento de la Municipalidad de Punta Arenas, que ordena sustituir el uso de las bolsas de plástico por parte del comercio, representa una nueva prohibición decretada por el Estado, que ocasionará sin duda muchas molestias.
Nos acordaremos de este atropello cada vez que vayamos al supermercado. No hay elemento más eficiente y barato que las bolsas de plástico para transportar la mercadería. Además, son amistosas con el medioambiente ya que son inertes en el sentido que no liberan sustancias tóxicas, permiten ser recicladas en forma más económica, son reutilizables y su fabricación no requiere la destrucción de árboles como en el caso de las bolsas de papel.
Si el supermercado no puede continuar entregándonos la mercadería en bolsas de plástico, tendremos que tener la previsión de llevar nuestras propias bolsas antes de ir de compras. Las visitas espontáneas y rápidas al supermercado tendrán que dar paso a una mayor programación para llevar nuestras propias bolsas en un número que sea apropiado para el volumen estimado de lo que será nuestra compra (¿alguien sabe cuánto va a terminar comprando cada vez que va al supermercado?). Si no planificamos adecuadamente las compras, nos veremos en la obligación de adquirir bolsas de papel o de género en las cajas, contribuyendo a la deforestación y aumentando nuestros gastos. Además tendremos que agregar a nuestro presupuesto mensual el costo de las bolsas negras para la basura, lo que pone en duda la efectividad de esta medida.
Las razones dadas para establecer esta prohibición no son muy convincentes. Se nos ha dicho que las bolsas contaminan los afluentes de agua, que tienen riesgos de provocar cáncer, que al ser incineradas producen gases tóxicos, que obstruyen las alcantarillas y que provocan la muerte de la fauna silvestre. Pero la inmensa mayoría de las bolsas son usadas para tirar la basura y terminan en los vertederos sin provocar las desgracias que se señalan. Estudios de mercado han constatado que el 87,6% de las familias utilizan las bolsas de los supermercados para la basura, el 8,8% para otros fines y tan solo un 3,6% las desecha. Una parte de ese 3,6% no tiene el cuidado de botar las bolsas a la basura, sino que permite que se las lleve el viento, afeando nuestro entorno, lo que pareciera ser el real motivo de esta prohibición.
Todos coincidimos en que las bolsas que arrastra el viento y quedan atrapadas en la flora de nuestro entorno o en el fondo de un lago es una situación inaceptable, pero hay otras formas de enfrentar el problema. Los automóviles también tienen externalidades negativas, como la contaminación del aire, pero eso no justificaría la prohibición de su uso.
Debemos considerar que parte del problema lo causa el mismo Estado, cuando no dispone de un sistema eficiente de extracción de basura, incluyendo la clasificación de residuos que facilite reciclar, permitiendo además que miles de perros deambulen libremente por la ciudad revolviendo la basura para obtener su alimento. No es justo que todos los ciudadanos tengamos que pagar las consecuencias de la propia ineficiencia del Estado y de la irresponsabilidad de un 3,6% de la población. Lo que corresponde hacer es implementar un buen sistema de recolección y tratamiento de la basura, controlar los perros vagos y establecer multas altas a los que contaminan. Todo esto es la tarea de los políticos que administran la Municipalidad, pero prefieren evitarlo aplicando una prohibición que afectará a todos. En vez de responder a las necesidades de la comunidad, parecen disfrutar estableciendo más prohibiciones y nos presentan esta iniciativa como una verdadera prueba de la calidad de su trabajo.

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