“Al estar en juego vidas, nada puede quedar al azar. Y ante acertadas medidas, nada puede generar indiferencia”. Cuando están en juego vidas, más vale prevenir que lamentar. Y esa lección fue muy bien aprendida tras el terremoto y posterior tsunami del 27 de febrero de 2010. Las autoridades en esta ocasión actuaron con prestancia, con decisión y lo mejor de todo, con rapidez. Se instauraron una serie de protocolos a nivel nacional que en todo el borde costero lo ameritaban: alarma por tsunami en todas las costas desde Arica a la Antártica. Muchos dirán que se exageró y que es imposible que en Punta Arenas ocurra un tsunami, pero las medidas había que tomarlas y respetarlas. Y así se cumplió. El asunto generó intranquilidad, preocupación y hasta sicosis. Para nadie el asunto pasó indiferente. Porque de otra forma no se explica que las bencineras pasada la medianoche del martes hayan colapsado. Hubo magallánicos que huyeron y a otros, se les vino a la mente el desborde del Río Las Minas y no pusieron objeciones en abandonar sus hogares. Más de dos mil personas fueron evacuadas en sectores cercanos al Estrecho de Magallanes. Se habilitaron albergues y se trasladó a adultos mayores y personas que pernoctan en el Hogar de Cristo. Muchos turistas, nacionales y extranjeros, mostraron preocupación al ser llevados a zonas más altas. Y ayer nadie quedó indiferente a que más de 40 mil alumnos (de entre prebásica, básica, media y enseñanza universitaria y técnico-profesional) no asistieran a clases. Hace cuatro años lamentamos muchas vidas de compatriotas en un terremoto de 8,8º Richter y se criticó duramente a las autoridades de turno, curiosamente la misma Presidenta Michelle Bachelet. Ante acertadas medidas, nadie puede quedar indiferente.