No se trata de un vehículo, sino de la capacidad que han desarrollado algunos medios de comunicación, merced al público cautivo que disponen, para “echarse carbón solos” para autodestacar bondades de personajes y programas, ya que carecen de una competencia que pueda decirles lo contrario. Si alguna vez existió algo parecido a la censura, creo que se fue diluyendo en las temáticas de las “buenas costumbres y la moralina” típica de las personas que ubicaba allí el Gobierno o el Consejo de Televisión; aparte que ello fuera o no educativo, o que aportara al desarrollo del televidente.
Sencillamente, hoy por hoy, han dado por sentado que el telespectador es un baboso o un imbécil, como para recibir las toneladas de estupideces que transmiten y retransmiten a diario, partiendo por los matinales que además de meter el consumo de productos alimenticios o para no envejecer, ponen de relieve hasta los más mínimos detalles de una farándula absurda, que solo puede alimentar coeficientes intelectuales de muy baja categoría. Por otra parte, no les basta con transmitir programas malos, como el Festival de Viña por ejemplo, sino que siguen con eso en el tiempo “Pasaron por Viña un día”. “Momentos especiales de los cómicos” donde repiten lo mismo, recomendados por ellos mismos. El ejemplo más patético de todos los que me han comentado, es un personaje que lo repiten y lo repiten y lo anuncian como el sumun de la gracia y la entretención, que el mismo carece de autocrítica pues parece quererse mucho, ya el nombre lo dice todo
“Luciano Bello”, lo estimo hasta carente de dignidad.
Está el caso de un cómico cuya rutina fue retransmitida tantas veces, que cuando se fue a presentar a un festival en el sur del país, fue pifiado escandalosamente.
Alguien debe poner el cascabel al gato, y debe pedir la restauración del objetivo central de la televisión y de otros medios, cual sería el educativo, se esta perdiendo la posibilidad de restaurar importantes objetivos formativos así como vamos.