
Asimismo, la prisión económica aletarga los latidos del alma. Hemos hipotecado los amaneceres a las entidades crediticias, otra buena parte del día la trabajamos para abonar impuestos, y apenas tenemos caudales para vivir, mientras la malversación de caudales públicos si que está a la orden del día. Como también está en el diario de despropósitos el excesivo gasto público, el derroche sin tino de la clase política y de los gobiernos diversos, auténtico cáncer de la economía española. Los resultados de este despilfarro suelen disparar la factura siempre a favor de los menos pudientes. No me extraña que muchos españoles no puedan coger el sueño y vivan en un permanente hoyo de angustia. ¿Quién puede dormir tranquilo asfixiado por las deudas? Desde luego, las proclamas de los analistas son para deprimirse, de un paso adelante y dos atrás, de años de recesión en el horizonte de la economía española y de millones de criaturas a las que se les niega el deber y el derecho al trabajo.