
Javiera había soportado por años los golpes que su pareja le propinaba casi diariamente. En una oportunidad cayó a la clínica producto de los intensos maltratos. Su pena y consecuente depresión la hicieron refugiarse en el alcohol y las drogas. No sólo tuvo que soportar las exageradas reacciones de su pareja, sino que además se vio en la obligación de enviar a su pequeño hijo, nacido de una relación anterior, al norte de nuestro país para que encontrara refugio en su padre biológico.
Nunca quiso dejarlo, menos denunciarlo, ya que estaba enceguecida por el amor que le tenía justificando cada golpe e improperio. Además de él recibió múltiples propuestas y que la instaban a probar todo cuanto se le ocurría. Sin ir más lejos, nos contó que a través de avisos en el diario buscaron a distintas parejas para realizar los más insospechados juegos sexuales. Ambos disfrutaban sus aventuras, pero Javiera sólo recuerda algunos momentos, ya que siempre actuaba bajo los efectos de la droga y el alcohol.
La suerte de nuestra amiga cambió cuando le solicitaron la custodia de uno de sus sobrinos, de 17 años, que venía por estudios a nuestra ciudad. Obviamente esta noticia no fue tan grata para su pareja y ella tuvo que tomar la decisión de quedarse con el sobrino y dejar a quien la había maltratado por tanto tiempo, pero porfiadamente aún amándolo.
La falta de afecto y la responsabilidad de tener que dar sustento y apoyo a su sobrino dentro del hogar, la condujeron a aferrarse mucho a su joven acompañante. Comenzaron a vivir intensamente y una noche bajo una suerte de confusión emotivo-carnal quedaron atrapados entre las sábanas y el sudor. De allí en adelante no cesaron y la relación prontamente se convirtió en algo más que un juego.
Increíblemente y feliz de la vida, Javiera nos contó que está esperando un hijo de su sobrino, el segundo para el joven amante, ya que a los 14 años había engendrado a un bebé que nunca conoció.