La Europa de los próximos cinco años por Víctor Corcoba

General
09/06/2009 a las 08:06
La Europa de los próximos cinco años, que engloba una masa ciudadana de casi quinientos millones de personas pertenecientes a la Unión Europa, sigue avanzando, a veces con el freno en marcha y otras a paso de tortuga, quizás sea fruto de movimientos descoordinados y faltos de pedal. Habría que dar fuelle literario a los quijotes. Todo parece indicar que debemos concertar más medios y esfuerzos, para que se produzca una acción común. Evidentemente, el Parlamento Europeo, ha de tomar las riendas y poner orden, o sea éticas, en su hoja de ruta, mediante la publicación de normas consensuadas y el control de sus instituciones. Para ello, los eurodiputados que lo componen, y que representan directamente la voluntad popular, deben priorizar sus trabajos, porque se ha de trabajar de manera inteligente, y sobre todo creyendo en lo que se está haciendo. Tiene que ser posible esa gesta conjunta.  Sólo cabe progresar cuando se piensa colectivamente en clave de justicia y de manera libre, y también sólo es posible avanzar cuando se mira lejos y de forma auténtica. En verdad, se precisan mujeres y hombres de Estado, que crean en Europa y nos lo hagan creer. Entiendo que sólo así se podrá forjar un espacio conciliador. 
La agenda del nuevo parlamento europeo está crecida de cuestiones cruciales como el abastecimiento energético, la regulación de los mercados financieros o la conciliación de la vida familiar y profesional  El desempleo masivo, la protección social que ha de injertarse a ese desempleo, debe ocupar un lugar preferente. La lógica capitalista del máximo beneficio, termina por convertirse en la tumba de la economía mundial. En vez de educar en el consumo necesario, avivamos necesidades donde no las hay, para custodiar unas esperanzas económicas irreales. Por este camino del consumismo y la permisividad, podremos levantar cabeza, pero la bajaremos más pronto que tarde, al hipotecar nuestras vidas a las entidades crediticias. Cuidado con los incentivos que se inyectan para el consumo. Uno tiene que gastar lo justo y preciso, no ser marioneta adoctrinada por un modelo social inhumano. Algunas ofertas de ilusiones intramundanas, que se publicitan hasta la saciedad, como los endiosamientos de la ciencia, del consumismo o las búsquedas exotéricas de espiritualidad, no pueden saciar la imborrable nostalgia de autenticidad que requiere el corazón humano. Somos algo más que un puro objeto consumista. No se puede igualar la felicidad personal a la compra de bienes y servicios. El cebo socializado de que “cuanto más consumo, más feliz soy”, nos hace ser personas insatisfechas, con un montón de problemas psicológicos a las espaldas.

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