Cuando Ricardo García Salvo escuchó a los jueces pronunciar la palabra absolución, o sea, inocente del abuso sexual que le imputaba el Ministerio Público, rompió en llanto y, apenas concluida la audiencia, lo primero que hizo ayer fue llamar por celular a su esposa, que está en Puerto Williams, para darle la noticia. Lo mismo hizo con sus dos hijas, una que cursa estudios profesionales y la otra que está en tercero medio.
Luego de esto, se estrechó en un fuerte abrazo con su abogado particular, Cristian Opazo Acevedo, y la colega de éste Verónica Bustamante. Ambos trabajaron muy a fondo para conseguir este resultado, porque el funcionario de la Armada siempre afirmó que era inocente. Por eso llegó a esta instancia, sabiendo que en un juicio oral lo podría demostrar.
A García se le acusaba de abusar de una joven, de actuales 19 años, quien lo sindicó como la persona que le hizo tocaciones en sus genitales por sobre la ropa en la madrugada del 1 de agosto del año pasado, en Magallanes esquina Maipú.
En la acusación el fiscal Juan Agustín Meléndez indicó que fue el uniformado quien tomó a la mujer del brazo y la dio vuelta “en momentos que la víctima gritaba “suélteme suélteme” para acto seguido, intimidarla, señalándole: “quédate callada que vamos a hacer cosas”, momento en el cual comenzó un forcejeo entre ambos, logrando la víctima zafarse y arrancar del lugar a solicitar ayuda.
En el juicio se dijo que, el día de los hechos, Ricardo García había salido a comprar un encendedor. Caminó desde una casa de huéspedes de la Armada, ubicada en calle Pedro Montt, hasta Bories. Luego tomó calle Bories, dobló por Croacia a la derecha y llegó al Esso Market de Diagonal Don Bosco donde sabía que podía encontrar un encendedor. Según el relato del propio acusado, ese día regresó por el mismo circuito y que en Bories esquina Mejicana cruzó la calle y fue cuando lo interceptaron varios sujetos, entre ellos un guardia de una discoteca, que lo tomaron de la ropa y lo golpearon. Luego lo entregaron a Carabineros y, durante la detención, la supuesta víctima lo habría reconocido.
Pero el acusado siempre manifestó que esto no era cierto y, por lo mismo, no quiso aceptar una salida alternativa al juicio,  porque eso le significaba aceptar los hechos de la acusación. García contrató un abogado particular y se la jugó por demostrar su inocencia.
Juicio
Finalmente, después de un día y medio de juicio, los magistrados Fabio Jordán Díaz , Juan Santana Soto y Luis Álvarez Valdés  absolvieron al acusado porque la prueba vertida en el juicio no los convenció de que esta persona fuera culpable. Menos de un hecho que la propia víctima admitió como un intento de abuso; es decir, “un hecho no tipificado penalmente”.
La prueba y el tipo penal de la tesis jurídica del Ministerio Público fue encontrada vacilante y atípica. A esto sumaron “las dudas razonables que surgen respecto de la participación del imputado García Salvo”.
El fiscal Meléndez no creyó en “la teoría del encendedor”, como bautizó a la versión que planteó la defensa del acusado. Y consideró poco veraz que a las cuatro de la madrugada saliera a comprar un encendedor. En la clausura dijo que los hechos y testigos que presentó eran más que suficientes para probar la culpabilidad del uniformado.
Opazo planteó lo contrario y reafirmó la inocencia de su cliente, una persona con 28 años en la Armada y casado hace más de dos décadas, quien por esos días había viajado desde Puerto Williams a comprar un vehículo y a realizarse unos exámenes médicos.
El defensor criticó la investigación, fiscal y policial. Por ejemplo, la inasistencia de tres testigos que no fueron citados por la SIP. “A la cabo Jaqueline Briceño le pregunté si los había citado y respondió que no lo recordaba. Por eso tuve que hacerle un refresco de memoria porque había una clara contradicción, dejando al descubierto que no agotó todas las diligencias”, dijo.