
Por cierto, en España se acaba de presentar el Observatorio de la Innovación y el Conocimiento. Algo que suena muy bien pero que dudo que sea efectivo. El objetivo del Ministerio también es otra guinda: situar a España entre las diez economías más innovadoras del mundo en el año 2015. Por decirlo que no quede. De momento, no se llame a engaño, lo que tenemos es un desempleo galopante que seguramente lo está viviendo en propias carnes, pocas mimbres económicas para la investigación, infraestructuras que no llegan a modernizarse, universidades que no conectan con el mundo del trabajo ni con la sociedad, PYMES ahogadas por la crisis, una industria que no despega y un tejido empresarial de escasas dimensiones. Así, con este panorama desesperante para tantas familias, lo único que podemos producir es inmovilismo y poco más. De todo, menos empleo, prosperidad y calidad de vida.
Dicho lo anterior, me reafirmo en que es sumamente importante innovar, desde luego que sí, pero desde un redescubrimiento cultural nuevo que avive las virtudes de la moderación y de dominio de sí mismo. De todos es sabido que la dimensión de forjar, concebir, plasmar, pensar, producir, alumbrar…; es un elemento vital de nuestras acciones.