
Hay que avivar la dignidad de todo ser humano por el simple hecho de serlo. Sin moral es imposible. Nadie estará a salvo y estaremos amenazados por lo que producimos nosotros mismos. A los hechos me remito: vivimos cada vez más en el miedo; en el miedo de la locura. Guerras que parecen privatizadas como negocio. Gobiernos que cortan las alas de la libertad. Justicia que si tenemos la suerte de que llegue, llega tarde, mal y nunca. Mil millones de personas sufriendo hambre y el grifo de las ayudas en merma, por una crisis que es de moral sobre todo lo demás. Para detener todos estas calamidades hay que inyectar en vena social, sobre todo a gobernantes y gentes de poder, una buena dosis formativa de conciencia para que se pueda esclarecer el juicio moral en el mundo.
La conciencia moral tiene que ser el espíritu que mueve a las personas. Debe ser como ley de vida, lo que exige responsabilidad y deber, consideración y respeto.