
La verdad es que hay mucha vida oculta tras las acciones y opciones humanas, consentidas y asentidas por gentes de mando en plaza, que todavía siguen acosando y ahogando el medio ambiente. El susodicho encuentro, que no sólo hay que estimar sino también engrandecer para denigrar a la legión de contaminadores que reproducen contaminantes como cucarachas, se celebra en la ciudad surcoreana de Daejeon estos días de agosto, bajo el auspicio del Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA). Sólo ellos tienen la lucidez sin ataduras, el genio vivo y la genialidad desmembrada de intereses.
Los ciudadanos, invadidos por tantas políticas corruptas, precisan de esta sangre joven dispuesta a regenerar la vida y a socializar globalmente la red ecológica, sin más demora. No es tiempo de reconocer lo que es una realidad palpable. Si no somos capaces de afrontar estos nuevos desafíos con un renovado sentido de la justicia e igualdad social, en una apuesta decidida por las energías limpias, se corre el riesgo de ensanchar una degradación ambiental de terribles consecuencias. El ser humano no puede ser un peligro para su propio hábitat.