La situación de los menores de edad y su participación en el campo delictual, seguirán siendo un conflicto ciego para la sociedad, porque se sigue utilizando un modelo de familia que no corresponde, que funcionó hasta antes que se introdujera a sangre y fuego el sistema neoliberal y el libre mercado, esquemas que cambiaron todos los conceptos. Rompió con el esquema del padre proveedor, por el del padre cesante; la madre formadora de valores salió del hogar, dejando a los hijos a su libre albedrío, auto-envenenándose con sus mensajes de la televisión, mortales mensajes que conducen al consumismo, al individualismo, al esquema gringo del self made man, pero sin el how y desarrollando toda clase de asistencialismos para paliar los efectos del nuevo esquema político. En forma tangencial o paralela, ha estado operando: la construcción de poblaciones para el pueblo que más semejan palomeras que viviendas, en las cuales la familia (si es que se reúne) carece de espacio apropiado para ello y empuja al niño y al joven a la calle; donde la tónica de la convivencia ha sido la violencia, receta que fue cotidiana durante 17 años, para luego seguir operando en forma soslayada; la exposición a programas donde jamás se ha excluido las fórmulas para iniciarse a beber, o a drogarse; programas de televisión en los cuales hace rato que desapareció Patricio Bañados, para dar paso a una farándula donde la necedad se impone a la creatividad, donde el Ché Copete y otros travesti llevan el pandero o la guaripola de la entretención; para que vamos a mencionar las teleseries, donde las limitaciones ya no existen para desacreditar a una familia chilena típica. De manera que los “bonos” no resuelven nada, son sólo recursos que obnuvilan la mirada sobre los orígenes de este fenómeno del comportamiento infantil, provocado por Cisarro y sus amigos. Si hubiera más expertos en el tratamiento real del problemas y menos en marketing y campañas electorales en que gastar el dinero, sino se coparan los cargos de los expertos con cuoteo político en las organizaciones dedicadas a la atención de los menores, a lo mejor y entonces a lo mejor, otro gallo cantaría y no tendríamos que estar lamentando: “Feliz día del niño señor Cisarro”.