Después de 22 años preso, homicida confiesa sentirse muy arrepentido

General
16/09/2009 a las 07:27
Después de traspasar todos los dispositivos de seguridad del complejo penitenciario, escuchando el sonido de los barrotes de fierro, por cada abrir y cerrar de todas las puertas que es necesario traspasar antes de llegar al pasillo que une los diferentes módulos donde cohabitan cada uno los internos de la cárcel de Punta Arenas, finalmente llegamos al suboficial de guardia del ala principal donde hacemos un descanso.
“Él es”, nos dice un gendarme que nos trae a Ricardo Zenteno Cárdenas.  Habíamos visto las fotos de cuando ultimó cruelmente al taxista Delfín Mera Beltrán, el 17 de octubre de 1987, crimen por el cual está cumpliendo una cadena perpetua simple. El aspecto físico de aquel tiempo, cuando tenía 26 años, no guarda ninguna relación con la figura que a sus 48 años de edad luce actualmente.
Los 22 años de encierro, “sin ver la luz”, no han pasado en vano. El tiempo ha sido su mejor aliado, si de reflexionar por lo que hizo se trata. El arrepentimiento es lo primero que se le viene a la mente. Está clarísimo sobre todo el daño que le provocó a la familia de la víctima y el perdón es lo primero.
Por otra parte, siente que los 22 años que ha vivido encerrado, sin salir nunca a la calle, es un tiempo suficiente para optar a un beneficio extra carcelario, como la libertad condicional, para demostrarle a la sociedad que ha cambiado y que alias “El Cacho”, ese sujeto que sin piedad fue capaz de apuñalar a un taxista “murió”, y que en estos 22 años de encierro nació otra persona. Cumplida dos décadas de encierro tiene derecho a postular a un beneficio, lo que hace cada seis meses, pero hasta el momento no ha tenido suerte.
Entrevista
No es fácil sentarse frente a una persona que, junto a su entonces pareja, de 19 años, Verónica Beatriz Mansilla Díaz, alias “La Vero”, fue capaz de planear un alevoso crimen. La prensa de la época detalla paso a paso el homicidio que conmovió a la opinión pública y que la Policía de Investigaciones aclaró en 24 horas.
Catorce años vivió en la antigua cárcel de calle Waldo Seguel, dos en Osorno y luego volvió a Punta Arenas. Muchos gendarmes destacan la rehabilitación que ha experimentado durante el largo encarcelamiento. Algo que se lo debe y agradece públicamente a muchos funcionarios de Gendarmería que vieron en él una persona capaz de cambiar y por eso lo ayudaron a enrielarse.
Zenteno trata de imaginarse cómo es hoy Punta Arenas. Entiende que en 20 años la ciudad cambió completamente. “Hoy me podría parar en Independencia con Zenteno pero más allá me costaría saber cómo está todo”.
Lo difícil fue superar el alejamiento y abandono de las amistades que a los tres meses de entrar a la cárcel lo dejaron solo. Hoy, la única persona que lo visita es su madre (el padre falleció).
Frases como “siento que he pagado todo lo que hice” y “la libertad se sueña cada día”, lo retratan como se encuentra hoy interiormente.
Aunque sostiene, con voz firme, que “rehabilitación no hay en Chile, pero sí el deseo de cambiar”. Un anhelo personal lo motivó a forjar su propia rehabilitación. Cuenta que lo primero que hizo fue matricularse en la escuela del complejo penitenciario (Colegio Andino). Al caer preso tenía solamente octavo básico. Estudió y sacó la licencia de enseñanza media. Luego, el año 2007, rindió la Prueba de Selección Universitaria (PSU), y le fue bastante bien, pero el tipo de condena que purga le impidió salir a estudiar a un centro de enseñanza profesional.
Los deseos de hacer algo mejor lo llevaron a inscribirse en un curso por internet (“on line”, como dice él) para cumplir el sueño de ser bibliotecario. Lo terminó, incluso lo becaron, y ahora espera que le llegue el “cartón”. Estudió esto porque después de estar 11 años ligado a los talleres de carpintería, donde fue tornero, inclinó sus deseos de superación por la biblioteca del colegio del penal, la que tiene a su cargo y hoy luce como cualquier recinto público, con suficientes libros y textos de estudio para todo interno o funcionario de Gendarmería que los quiera consultar. Lamenta que los internos de ahora, los más jóvenes, no aprovechen el tiempo para leer. “La juventud se está desviando de lo que realmente debiera hacer, porque no entienden que si uno quiere cambiar es cuestión de proponérselo”.
Entre sus aficiones personales está la escritura y por eso prepara un libro con sus vivencias. Incluso atesora muchas poesías. También tiene inclinaciones por la pintura y por eso ganó muchos concursos a nivel nacional.
Respecto de si los días transcurren muy lentos, Zenteno dijo que todo depende del módulo donde se encuentre el interno. En el laboral y el llamado “módulo de los mozos” el tiempo transcurre más rápido. El resto de la población sale en la mañana y al mediodía los encierran, hasta las dos de la tarde. Entre las 14 y 16 horas tienen una nueva “salida” y luego vuelven a sus celdas, hasta el día siguiente y así pasan todos los días de la semana y el mes.
Por ahora Zenteno sabe que le deuda aún está impaga, pero aspira a tener una segunda oportunidad.

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