
Habían perdido valor palabras que dicen mucho y hacen más. Urge cultivarlas seriamente para que nos cambien por dentro. Verán como se sale antes de la crisis. Fuera gastos innecesarios, lujos superfluos, modas transitorias, antojos momentáneos. No es fácil en un mundo en el que se propicia el consumo por el consumo, en el que nadie se ocupa de nadie, en el que compartir en verdad con quien sufre más que nosotros sigue siendo un sueño, en el que tampoco se educa a los niños y jóvenes en la austeridad, asumiendo por convicción un estilo sobrio de vida.
La desmedida avaricia de algunas personas, también de ciertos gobiernos o empresas, atenta contra el bien de todos. No es lícito actuar así pero seguimos haciéndolo . Díganme, sino: ¿cuántos ciudadanos ponen su riqueza en dar y en darse, que es la mejor manera de ser?; ¿cuántos altos cargos están dispuestos a rebajarse su salario?; ¿o cuántos empresarios ajustan sus expectativas viviendo un espíritu de moderación y solidaridad? Quizás sea bueno despertar las utopías desde las culturas, concienciar ilusiones que nos desenganchen del conformismo estéril y del pensamiento único. Sin duda alguna, el tren del aburguesamiento acaparador, utilitario, materialista, al que nos impulsa la sociedad capitalista debe entrar en vía muerta.