
La desmedida avaricia de algunas personas, también de ciertos gobiernos o empresas, atenta contra el bien de todos. No es lícito actuar así, pero seguimos haciéndolo. Díganme, sino ¿cuántos ciudadanos ponen su riqueza en dar y en darse, que es la mejor manera de ser?; ¿cuántos altos cargos están dispuestos a rebajarse su salario?; ¿o cuántos empresarios ajustan sus expectativas viviendo un espíritu de moderación y solidaridad? Quizás sea bueno despertar las utopías desde las culturas, concienciar ilusiones que nos desenganchen del conformismo estéril y del pensamiento único. Sin duda alguna, el tren del aburguesamiento acaparador, utilitario, materialista, al que nos impulsa la sociedad capitalista debe entrar en vía muerta.
También los seductores ídolos de violencia, corrupción y riqueza, son viajeros que no pueden andar por los raíles de la vida como perro por su casa. Puede ayudarnos a tomar boca esta idea aristotélica: “La excelencia moral es resultado del hábito. Nos volvemos justos realizando actos de justicia; templados, realizando actos de templanza; valientes, realizando actos de valentía”. Está visto que, junto al talento debemos impregnar valores, si queremos salir de la crisis. A buen entendedor, pues, pocas palabras bastan.