Los sordos son uno de los grupos de discapacitados con mayor problema de inserción en la sociedad, ya que su falta de audición les impide comunicarse fluidamente con el resto de la comunidad.
Muchas veces su problema no es considerado en su real dimensión por el resto de las personas, ya que aprecian al frente a una persona que, en apariencia, es “normal”, pero que en realidad carece de uno de los sentidos básicos para comunicarse.
El presidente de la Agrupación de Sordos de la Patagonia, Marcos Ortiz Vázquez, analizó el diario vivir de este grupo de la sociedad.
El dirigente de discapacitados se desempeña como panadero en el supermercado Líder de Punta Arenas, empresa que mantiene entre su personal a cuatro personas con sordera.
Ortiz es uno de las casi 70 millones de personas sordas que hay alrededor del planeta y que luchan a diario para comunicarse con su entorno.
Al llegar a su trabajo, Ortiz nos recibe con una amplia sonrisa. El primer inconveniente para realizar la entrevista surge por la ausencia de la intérprete que traduce el lenguaje de señas que generalmente trabaja en el lugar. Sin embargo, de todas formas insistimos en comunicarnos con Ortiz, como una forma de percibir las dificultades que las personas que sufren su condición deben enfrentar.
Atento a nuestras preguntas, Ortiz trata de descifrar nuestras palabras a través del movimiento de labios que realizamos y al parecer comprende casi a la perfección lo que se le plantea. Sin embargo, las mayores dificultades surgen cuando el hombre trata de emitir sonidos que no puede escuchar, aunque se pueden descifrar sus respuestas escuchando con atención y paciencia.
Ortiz cuenta que nació en Temuco y que hace unos tres años llegó a Magallanes, región que siente como su hogar.
El líder minusválido señala que se levanta temprano en la mañana y que a las 7 horas pasa todos los días un bus de la empresa a su casa a buscarlo para realizar sus quehaceres.
El oficio de preparar pan lo aprendió mirando, el sentido en el cual más se apoya para relacionarse con el mundo.
Comenta que sus tareas diarias se las anotan en una pizarra, donde el puede recibir las órdenes de sus superiores.