Desde hace un par de semanas hemos visto cómo desde ambas trincheras políticas la desesperación cunde a menos de dos meses de las elecciones presidenciales y parlamentarias. El gobierno está usando los actos públicos para denostar a sus adversarios electorales y para ese juego se prestan autoridades de diversos sectores. El llamado hecho a los ministros es otro síntoma de desesperación y la negación que hizo hace algunos días el titular de Interior, de que las visitas de ministros a regiones no tienen ningún objetivo político es una aclaración más de que “cuando el río suena... es porque piedras trae”. Por su parte, las actitudes de la Coalición  no dejan de ser preocupantes, ya que “están mirando bajo el hombro” al candidato de la Concertación y se han despreocupado de la “arremetida” de Marco Enríquez-Ominami, que con el apoyo de muchos ex de varios partidos afines al gobierno y con el respaldo monetario de numerosos empresarios a los cuales la derecha chilena nunca les dio protagonismo político. Estos próximos 50 días van a estar muy sabrosos. La lucha parlamentaria se va a encender cada vez más por los mismos errores que están cometiendo ambos bloques políticos. Y ahí es donde saldrán a la vista liderazgos añosos y trasnochados con frases que venimos escuchando desde hace más de cuatro campañas. Chile se merece mucho más que esto y las regiones en especial necesitan crecer. No puede ser que exista una preocupación por ciudadanos a los que no se les escucha nunca y que sólo dos meses antes de una elección se fijen en ellos. Doy un claro ejemplo: esta semana debe ser una de las más difíciles para los habitantes de Puerto Edén productor de la prohibición de la extracción de mariscos por la Marea Roja y en este mismo distrito electoral hay candidatos que ni siquiera conocen esa localidad. Esos pobladores necesitan ahora ayuda, no promesas que nunca se van a cumplir y que más aún, las hacen personajes que una vez electos van a olvidarse de ellos, e incluso de la región.