
El romance de la sostenibilidad y su sinónimo sustentabilidad no pasa de ser un relato de ficción política del que todos hablan y pocos cultivan. El equilibrio de una especie con los recursos de su entorno, aún está lejos de hacerse cultura en el patrimonio de todos los humanos. Aún seguimos siendo nosotros mismos nuestro peor enemigo en la plaza de la vida. La humanidad no puede liberarse de la irresponsabilidad más que por medio de una educación responsable o, lo que es lo mismo, de una educación sostenible para la supervivencia del planeta. Cuando se mueven tantos intereses mezquinos que sobrepasan ciencias y conciencias, lo de unirse para crear una sociedad global sostenible, fundada en el respeto hacia la naturaleza, los derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de paz, se queda en nada, en lo que pudo haber sido y no fue. ¡Qué buena composición sería la de abrazarse ornamentados de autenticidad! Pero no, no es así. El cinismo gobierna tantos lenguajes de poder, que lo de ensamblarse en la protección de la vitalidad, la diversidad y la belleza del planetario, es como un poema desmembrado que sólo tiene palabrería. La sostenibilidad tantas veces ha perdido romances irrepetibles, aquellos romances de pureza que se escribían solos, dejándose llevar por la belleza, debido al impacto humano, que la desesperanza no puede. Sólo hay que mirar y ver la cantidad de bosques que agonizan por la mano del hombre, las poblaciones de peces muertos que a diario se producen, o dejarse embelesar por los sollozos del aire que no puede con más sobrecarga de dióxido de carbono. Con este panorama mortecino de aquí y de allá, resulta difícil asimilar que estamos dispuestos a reducir la pérdida de recursos del medio ambiente, y que la proporción de zonas terrestres y marinas protegidas o la de especies en peligro de extinción, es algo más que un mero guión de intenciones, en un mundo en el que todavía son muchas las personas sin acceso sostenible al agua potable y a servicios básicos de saneamiento; un bien imprescindible para la supervivencia y desarrollo humano. Muchas poblaciones podrían verse forzadas a migrar por este motivo. Algo que sabemos y seguimos tan alegres, con la indiferencia por montera.