
No se me ha podido ocurrir otro apelativo, para referirme a la clase de personas en que nos hemos convertido, de tanto recibir mensajes indicándonos qué hacer, cómo comportarnos. Eso está bien en una primera etapa luego de nacer, cuando se hace necesario que recibamos estímulos para desarrollarnos como personas e incorporarnos a nuestra cultura como entes sociales, con posibilidades de éxito, pero de allí en adelante, fuera de la instrucción escolar y universitaria, entramos en una etapa de manipulación que llega a ser exasperante, pero de la cual nos damos poca o ninguna cuenta, en que se van adueñando de la voluntad de la gente, a través de mensajes enclavados y disimulados en los medios de comunicación; algunas veces en forma sutil, otras, sin ninguna vergüenza, aprovechándose de todas las instancias que permite nuestro psiquismo. Una de ellas, y creo la más burda, es la repetición; se repite tantas veces un mensaje hasta volverlo familiar y terminar por convencer que aquello es lo mejor para nosotros; en otras ocasiones más sutiles puede intervenir hasta la percepción subliminal, que consiste, más o menos, en presentar un estímulo en momentos cruciales o dramáticos de la vida cotidiana, una bebida gaseosa de determinada marca o cajetilla de cigarrillos, de manos de una mujer hermosa y elegante; o en los momentos más dramáticos de una película, como al descuido, impregnando nuestra mente hasta el momento preciso. Pero lo que más me llama la atención, es esto más elaborado, que juega con nuestros sentimientos y afectos, que funciona cuando anuncian profusamente el día del padre, del hijo, la madre, de los enamorados, en fin, días para todos, en que se nos involucra con el consumismo, porque cada una de esas fechas requiere acompañar el sentimiento con un presente, con un regalo material; y se dejan caer sobre nosotros esas campañas publicitarias, ofertones, modas, que terminan por provocarnos grandes sentimientos de culpabilidad si las omitimos sin meternos la mano al bolsillo. Veo con pena a familiares y amigos, como hormigas por calles y Malls, buscando satisfacer las demandas del Viejo Pascuero, en aras de la economía y el comercio. Y termino aquí, pues debo ir a comprar mis regalos.