
Los reos que pretendían escapar eran cerca de 12, todos con penas superiores a los diez años por lo que serían de alta connotación en Magallanes, y se encontraban recluidos en el tercer piso del módulo C1 del recinto penitenciario. Todos ellos eran de la región.
Según explicó el alcaide de la cárcel, mayor Ricardo Quintana, algunos reos habrían filtrado la información de que se estaba urdiendo un plan para huir. “La segunda semana de diciembre recibimos los primeros antecedentes de que internos estaban tramando escapar. Realizamos diversos operativos durante los días siguientes y reforzamos la seguridad. Hicimos allanamientos periódicos y finalmente ayer en la tarde encontramos los elementos que iban a utilizar para cometer su objetivo”, señaló.
Los gendarmes encontraron en el entretecho sogas de más de 20 metros de largo, arañas para fijar las cuerdas y taladros para perforar el techo, entre muchas otras herramientas.
Según el alcaide, estos artefactos fueron hurtados de los talleres que el recinto dispone para la rehabilitación de los reclusos, pero no descarta que los reos hayan recibido ayuda externa para recolectar los insumos necesarios para la fuga, ya que también se encontraron arneses para escalar, lo cual no se encuentra en los talleres de una penitenciaría. Incluso tenían estoques de más de medio metro de largo, los cuales iban a ser utilizados en contra de quien intentara frenar el escape.
El alcaide informó que cada vez ingresan más sujetos con penas superiores a los diez años de presidio, situación que los obliga a estar más alerta ante cualquier señal que indique una fuga. “Poco a poco nos estamos igualando a la realidad de la zona central, por lo que debemos redoblar esfuerzos para evitar estas situaciones. Ya no es un hecho aislado que se produzcan intentos de fuga. Debemos convivir con estas cosas, pero también ser capaces de neutralizarlas a tiempo”, dijo el mayor Quintana.
El plan
Los reos habrían iniciado los preparativos para escapar hace más de siete meses. Los reclusos iban a utilizar un shaft sanitario (ducto con cañerías), de 30 x 30 cms., ubicado en una de las celdas del tercer piso del Módulo C bajo el lavamanos (ver infografía). Lo estrecho del espacio habría obligado a algunos reclusos a bajar considerablemente de peso, lo que levantó las sospechas del personal de vigilancia.
El espacio tenía una altura de 1,60 mts., y el techo tenía unos 60 cms. de espesor, por lo que con las herramientas que contaban perforar el techo era sólo cosa de minutos.
Luego, los reos debían sortear los alambres de púas que separan a los módulos en la parte superior y, al llegar al final, descender con sogas y arneses 20 metros.
El último escollo era escalar un muro de 20 metros que separa el penal del exterior. Luego sólo había pampa. Era un plan perfecto.
Sin embargo, para lograr con éxito su propósito, los reos debían esperar una noche oscura, lluviosa, con viento y neblina que impida la visión de los guardias. “A nuestro favor jugó que durante el verano hay pocas oras de penumbra, lo que redujo considerablemente el rango de acción. Además, las condiciones climáticas favorecieron a que no escaparan”, dijo el mayor Quintana.
“Esta era una perfecta imitación del escape que sucedió en el penal recién inaugurado de Valparaíso. Allí, en 1989 once reclusos se descolgaron de los muros con sogas aprovechando la niebla porteña”, recordó el mayor Quintana.