
Los números y las estadísticas son alarmantes, sin embargo la angustia y la incertidumbre,crecen exponencialmente cuando los seres queridos no están cerca. De esta forma, innumerables son los magallánicos que se encuentran de vacaciones fuera de la región, otros estudiando o trabajando en los lugares afectados, y la comunicación se hace una necesidad imperiosa, que aunque difícil, de alguna forma se lleva a efecto.
En estos casos, el epicentro de la catástrofe se sitúa en el corazón de las personas. Las familias se reúnen para esperar información y signos de vida de sus seres queridos, agotan los recursos y mueven montañas con tal de obtener alguna luz o palabra de aliento, por parte del pariente que está lejos y en muchos de los casos solo e igual de afligido que sus familiares que lo buscan sin cesar.
Así, las historias y los testimonios de magallánicos involucrados en el terremoto, surgen a pocas horas del siniestro que movió mucho más que dos placas tectónicas.
Desde Atacama a Aysén se registró el denominado sismo del siglo XXI, posicionando nuevamente a Chile, a la cabeza de las tristes estadísticas mundiales de tragedias naturales.
En tanto, entre las casas destruidas o con paredes derrumbadas, carreteras agrietadas, decenas de tiendas de campaña y equipos de rescate, junto al sonido de helicópteros que sobrevuelan la zona, son ahora el paisaje que deberán ver los habitantes de lo que fuera hasta ayer la ciudad o pueblo donde desarrollaban normalmente su vida.