
Toda persona que es víctima de una situación de crisis que es inesperada, sorpresiva y de gran carga emocional experimenta distintos niveles de shock según el tipo de vivencia. Estas situaciones suelen dejar como secuela una serie de reacciones que afectan el estado físico y mental, impacto que puede observarse de manera directa o indirecta, y en el corto o mediano plazo.
Si bien estos eventos impactan a todos, la forma en que cada una de ellos enfrente y reaccione a la situación, va a variar de acuerdo a la gravedad del evento y el grado de vulnerabilidad psicológica previa. Es así como luego de situaciones de este tipo se pueden presentar algunos síntomas específicos, de manera inmediata al evento o incluso hasta seis meses después. Es importante considerar que, en gran medida, los síntomas forman parte de la reacción esperable frente a una crisis de este tipo, ya que en un primer momento se vive un fuerte impacto emocional que se caracteriza por confusión, desorganización y no saber cómo actuar.
En el caso de desastres, el impacto emocional varía con el tiempo, pero en algunos casos suele ser muy acentuado y sobrepasa la capacidad de control. Una crisis psicológica ocurre cuando un evento traumático desborda excesivamente la capacidad de una persona de manejarse en su modo usual. Está caracterizado por sentimientos de intenso miedo, impotencia y horror. Puede haber también ausencia total de emociones, de sensibilidad emocional, sentimiento de desconexión, reducción del reconocimiento de ambientes, sentido de irrealidad o amnesia. Las personas que sufren de crisis aguda pueden sentirse ansiosas, excitables, agitadas, desesperadas, irritables o desesperanzadas. Estas personas pueden re-experimentar el evento repitiéndolo en sueños recurrentes, en escenas repetitivas y recuerdos persistentes del trauma. También pueden evitar a otras personas, lugares y objetos que pudieran evocar recuerdos del evento traumático. Pueden presentar dificultades para concentrarse y funcionar a su manera habitual en el hogar y el trabajo. Es muy común que padezcan de sentimientos de culpa por haber sobrevivido o por sentir que no han proporcionado suficiente ayuda a otros. Algunas personas pueden ponerse agresivas o autodestructivas, descuidándose a si mismos, sintiéndose confusos o comportándose de modo extraño.
Para minimizar estos síntomas es recomendable evitar exponerse a ver reiteradamente imágenes de TV, comprender y asumir que la vida cambió, que no ayuda hacer como si nada hubiera ocurrido; asimilar que es normal sentir ansiedad, miedos, irritabilidad, alteraciones del sueño, apetito, etcc. Pasar tiempo en compañía de otras personas (si no se tiene con quien, hablar acerca de cómo se siente, escríbalo), intentar descansar, dormir lo suficiente, probablemente más que lo habitual; distraerse idealmente también con personas que no hayan pasado por el episodio. Probablemente son las que mejor le pueden ayudar a desconectarse de lo que ha sucedido. Finalmente, si es necesario, pedir ayuda profesional.