Quenas que en el viento huyen…por Rodrigo Cárcamo Hun

General
11/05/2010 a las 17:42
Algo fuera de línea; por esta vez. En el mes de mayo, que acá y allá tiene también otro nombre, quien sabe, quizás agosto invernal, o noviembre tibio, ese “otro” del cual te quiero hablar, empezó a dibujar con un deseo, los hilos de un tiempo. Una mujer, que no era tal, sino algo mucho más y tiernamente menos a la vez, la otra involucrada, le encomendó todo lo que aplicó y lo que no alcanzó, por otro lado. Todo, por lo que dura la calidez en una palabra; mucho y poco a la vez. Esos dos, - la mujer y el “otro”- se encontraron y reencontraron en su conjunción. Ellos lo llamaban amor; sea lo que sea eso, a estas alturas, en esas alturas; ahí se verá si acá o allá. La cosa es que el escalofrío, ese de lejos,  ya no era escalofrío, ni el espejo, un vidrio; todo era calidez en un espejo que reflejaba esa conjunción: Silenciosos, pero nunca ese lenguaje fue motivo para algo desgraciado. Lo demás; el viaje, la tinta de madrugada, la blancura natural en el vaso, el gallito de carne y hueso, los pingüinos, las multas ingenuas, los proyectos de papel, la franqueza, eran también, por lo que alcancé a escuchar, lo que sostenía ese algo querido cuando el viento traía, acá cerca,  unas coplas de mal gusto. Sonreían y a veces discutían. Y es que el cambio vive en el sonido de una quena; melancólicamente triste y alegremente profundo a la vez. Los dos se quedaron con ese poco que dura la calidez. Decisión o fuerza mayor, no lo sé; sólo te cuento una historia que, lamentablemente, sólo fue al pasar. Se alejaron, uno dejando el perdón, la equivocación arrepentida y la confianza que la otra mitad nunca tomó; el otro, la estabilidad que se agobió por lo impulsivo del tiempo. Pienso yo, podría haberse dado de otra manera, quizás. Bueno, te cuento el final. Uno fantasea de noche. Una, tal vez, sobrevive y se apaga a la misma hora. Uno vive por pensar en cruzar esa avenida, ahí cerquita, al norte. Ella, intentando ignorar su propia sugestión, piensa en sólo ver llegar la tarde. Otro sabe amargamente a esperanza. Esta historia que te acabo de contar, consérvala, si te pareció de tu agrado. Te conté esta historia  con ese fin. Si pasas por ahí, por aquí, solo al ladito, pasa a saludar, de seguro te tendré otra. Si ves a esa mujer, que no era tal, sino algo mucho más y tiernamente menos a la vez, invítala por mí; por ahí debe andar. Ese “otro” se anda cargando más que antes. Les prometo que  ahora será una historia de esas que llenan, de las que quedan. Para ti el mejor de mis abrazos y el tierno dolor que siempre es esperanza.

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