
El proceso pedagógico chileno ha experimentado varias reformas curriculares a través del tiempo y también de gestión administrativa que lo ha convertido en el centro de la controversia nacional y que hoy por suerte se está gestando un consenso nacional para reiniciar otro proceso de reformas que se espera puedan rectificar los errores supuestamente cometidos y cuyos resultados se evaluarán a largo plazo. Algunas personas piensan que ser reformista, es deshacer todo lo existente y en el buen sentido de la palabra, sólo significa modificar las estructuras vigentes donde todo se hace cadenciosamente y en forma rutinaria, sin percatarse que fuera de las aulas el mundo exige perfeccionamiento personal permanente de acuerdo a las necesidades del momento. Se pueden emitir diversas opiniones, escribir muchas páginas en los diarios, oír efusivos discursos en el parlamento, mensajes radiales convincentes y ver muchas imágenes televisivas analizando las causas de la crisis educacional, que supuestamente existen, pero, si esta crisis no es recibida con argumentos concretos y sin interferencias que alteren su contenido por las máximas autoridades del país, todo cambio quedará sólo en buenas intenciones. Por eso es alentador que a estas alturas, se logren los cambios estructurales que la educación necesita, sin mayores dilaciones, sin oposiciones bizantinas, porque esta dialéctica negativa, puede retrotraernos en el tiempo una vez más y quedar con la sensación de angustia y esperanza y de esta dualidad sentimental no vive el hombre que en su entorno social necesita herramientas ágiles y modernas para asumir su rol de ciudadano eficiente y comprometido consigo mismo con su familia y la sociedad. Las buenas intenciones no bastan para revertir una situación que se viene prolongando por casi un siglo y sólo se necesitan argumentos y mentes brillantes que sean capaces de auscultar la metodología que nos permita superar el déficit educacional y desgraciadamente siendo una realidad, este proceso hay que revertirlo a la brevedad posible y proyectarlo a largo plazo. La educación es un proceso prioritario en cuanto a inversión económica, si queremos ver resultados positivos en un plazo prudencial y sólo así el país podrá alcanzar un verdadero desarrollo social, más justo y más equitativo, lo que a la vez permitirá dar más oportunidades a nuestra juventud para insertarse en este mundo globalizado lleno de exigencias técnicas y académicas, en el cual estamos claramente disminuidos en el concierto internacional y más aún cuando hemos perdido el liderazgo que tuvimos en alguna oportunidad y con mayor razón ahora que muchas escuelas han sido destruidas por el terremoto y otras con sus estructuras debilitadas y que merecen urgentes reparaciones.