
Joseph Farman, Brian Gardiner y Jonathan Shanklin informaron en mayo de 1985 sobre su descubrimiento: ... la capa de ozono sobre la Antártida adelgazaba de forma vertiginosa como consecuencia del uso de cloroflourocarbonados presentes en la industria de la refrigeración y en los aerosoles y el mismo fenómeno amenazaba producirse en otros puntos del planeta incrementando el poder de los rayos ultravioletas y aumentando el riesgo de quemaduras, cataratas y cáncer de piel.
La advertencia no cayó en saco roto y dos años después se firmaba el protocolo de Montreal, que ponía un límite a la emisión de los gases cuestionados.