¡Qué rabia! por Evelyn Gómez

General
29/07/2010 a las 18:22
¿Cuántas veces no nos hemos encontrado hirviendo de rabia? ¿Viendo rojo? ¿A punto de explotar o explotando abiertamente sobre otros? A muchos de nosotros, nos han enseñado desde pequeños, de manera directa e indirecta que la forma de hacerse respetar es expresando nuestra rabia, amenazando o intimidando a los otros. La rabia es nuestra defensa contra el miedo a ser humillados o a pasar vergüenza, el miedo a que no nos tengan consideración, a que se rían de nosotros, el miedo a quedar expuestos, incluso a la pérdida de control, o tal vez, el miedo a no conseguir lo que queremos. Está la creencia instalada en nuestro funcionamiento intrasíquico, como norma social y/o como sustrato biológico, que la rabia nos protege de los demás, de quienes podrían dañarnos y  de quienes también nos demuestran su rabia. La imagen de los perros que deambulan por las calles de nuestra ciudad, peleando por el territorio, recurriendo a un patrón de sobrevivencia, es asociable a los enjambres humanos envueltos por la furia desatada. Es una emoción tremendamente negativa e inútil, y que se disuelve hasta desaparecer, no con más rabia, sino con comprensión y amor. Cuando una  emoción negativa se comprende es cuando se enfría la furia destructiva. Bien sabido es, que “para pelear se necesitan dos”. Cuando nos enojamos creamos sustancias químicas dañinas para nuestro cuerpo, que afectan negativamente a todo nuestro organismo. Es una tarea difícil comprender al rabioso, porque las emprende contra todo y todos quienes le rodean. El inicio de la comprensión pasa por identificar que el que está iracundo, recurre al acto simbólico y práctico de disfrazar la pena enorme, con un atuendo de rabia. Camufla el miedo.  En nuestra sociedad, es mal visto, el expresar abiertamente la tristeza y los miedos. Hay un esfuerzo extremo y errado, por intentar borrar  estas emociones, como si nos degradaran a la mínima expresión. Pero la verdad, es que nos vuelven más fuertes e invulnerables. Si nos detenemos a mirar a nuestro alrededor veremos que las personas enamoradas, satisfechas y seguras de sí mismas, se enojan menos, no explotan descontroladamente, ni ofenden violentamente a otros; y este dato nos deben alertar para testear los miedos de nuestros parientes, amigos, parejas y vecinos. Todos requerimos momentos de expresión sin ese miedo constante, todos sentimos rabia por vernos amenazados alguna vez, y también todos podemos elegir el camino de comprensión y el amor.

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