
“La letra con sangre entra”. Un mito sin fundamento que ha destruido por generaciones la relación de los niños con el aprendizaje. Seguro, alguno de Uds. recuerda alguna experiencia de castigo en las antiguas aulas. La obediencia se ejecutaba sin críticas, pero el estrés ante el castigo y la presión ante los procesos de aprendizajes generaban grandes y destructivas cantidades de ansiedad. En situaciones de estrés el organismo genera respuestas neuroquímicas (corticosterona) que reducen la capacidad de aprendizaje. Esta evidencia, nos ayuda a considerar como metodología viable el uso de estrategias positivas y afectivas para enseñar y aprender. Podemos observar nuestro contexto y fijarnos, que en muchos casos los niños maltratados poseen obstáculos en el aprendizaje. El “rigor” los daña psicológicamente, los hace sentirse incapaces y además daña su capacidad de aprender. La cicatriz queda en los circuitos neurológicos. Tal vez, sea necesario descubrir en las diferencias individuales diversas respuestas de activación que les ayuden a responder mejor. Pero cuando hay un exceso de estrés y cada vez más cortisol, bloqueamos los aprendizajes e incluso matamos neuronas. Hay una estructura cerebral llamada hipocampo, fundamental para el almacenamiento de la memoria, susceptible al continuo estrés emocional, lo que disminuye la habilidad para rendir pruebas o/ exámenes. Los niños aterrorizados por padres castigadores por su bajo rendimiento, o bien, muchísima exigencia -donde un 5.5 es muy mala nota y sólo es bueno un 6.5 o un 7.0-, se encuentran en riesgo de disminuir su capacidad de aprendizaje, frustración ante los procesos de enseñanza y posterior deterioro en los vínculos con padres y docentes. Aún puedo recordar, cuando un niño me contaba –con una mezcla de tristeza y vergüenza- que le costaba leer y su mamá le pegaba con los nudillos en la cabeza, cada vez que se equivocaba al pronunciar una palabra. Es muy importante mantener el control cuando estamos intentando que los niños aprendan los contenidos de la escuela, los errores son parte de los aprendizajes, son procesos de exploración y cada uno de nosotros puede equivocarse, por más adultos que estemos. Ser eficaz ante los aprendizajes dependerá del interés que tengan los niños por aprender; lo que aumenta de manera proporcional la capacidad de atención y concentración; además de la sensación de confiar en las capacidades personales para esas tareas.