
Los gobiernos de la Concertación y el actual nos han robado la esencia del profesor: la vocación de maestro, aquella docencia que era afectiva, que educaba en valores, que era la que cobijaba en su regazo al niño triste, que era la que educaba y no competía, que era formativa y humana, que procuraba la integración de las clases sociales y tantas otros conceptos.
Hoy la educación se encuentra en una oscura turbulencia , con temporales de alta complejidad en la zona, como ser la rendición de fondos SEP objetados por Contraloría, con déficit financiero en las administraciones, con crisis operativas de gestión impactantes, con competencias de sistemas injustas, con Corporaciones cuyos directorios no funcionan o son sólo decorativos, con evaluaciones que sólo tienen un trasfondo punitivo, con autoridades al interior de los establecimientos que sólo son “capataces de fundo” y más aún se le entregaron facultades a través de la Ley N° 20.501 que les permite reprimir a los docentes.
Hoy el magisterio nacional no celebra, hoy solo pedimos a la comunidad que nos permitan llevar y vivir el duelo, aquel duelo que permite llorar por dentro, aquel que permita darnos cuenta del asesinato de la poca educación municipal que queda, aquel duelo que llora porque se acrecienta la segregación social, la desigualdad y el atropello a nuestros niños más vulnerables.