La Cruz de madera que le dio su nombre se erigió para tranquilizar las almas de la población después del trágico Motín de los Artilleros, en el año 1881, y fue una obra piadosa del entonces presbítero de la ciudad de Punta Arenas Rafael Eyzaguirre.
El Cerro de las Siembras, como era llamado entonces, fue sacudido por los lamentables sucesos por largos años, y las almas no se pacificaron porque fue arrancada en el año 1896, aunque, por fin, un año más tarde, fue reinstalada y bendecida por el sacerdote italiano Maggiorino Borgatello.
Esos lares dieron paso a un sector residencial que desplazó a los sembrados iniciales y hoy es uno de los puntos de atracción de la ciudad ya que en el sector se funden tradición, historia y modernidad.
Las viejas casas de las familias que las levantaron a fines del siglo XIX y comienzos del XX, con madera, zinc y ventanas orientadas al sol de la mañana y de la tarde, dieron paso al cemento, a los ladrillos y hoy, a otros materiales más de esta época, haciendo juego con el concreto que desplazó a los adoquines de sus calles.
Hoy, las hermosas residencias mantienen su señorío tradicional y todo el sector se aprecia la historia de lo pudiera ser la que la ciudad misma, capital de la Región de Magallanes.
La vista de la ciudad que puede apreciarse desde sus dos miradores ha sido calificada como “espectacular”, ya que el que mira hacia el Estrecho de Magallanes permite apreciar el contorno de la isla de Tierra del Fuego y, además, la parte sur de la ciudad y los paisajes insulares que abren el camino hacia el canal Beagle y todo lo que está en las inmediaciones de la Punta Santa Ana.
El mirador de los Soñadores, en la parte alta de la avenida Colón permite que los visitantes aprecien el sector norte de la ciudad; el Estrecho de Magallanes hacia la boca oriental y el norte de Tierra del Fuego.
Idílico, el Cerro de la Cruz y admiración continua de numerosos turistas, que utilizan sus instalaciones para apreciar la capital magallánica.
Pero, hay más
Sin embargo, eso no es todo.
En los últimos años (siete, cinco, diez, o menos?) el sector que podemos denominar Cerro de La Cruz y sus inmediaciones, ha recibido nuevas o remodeladas residencias particulares, dejando atrás los “rincones alegres de parte del Barrio Rojo” de las calles Balmaceda y Errázuriz, en la vereda norte de España.
Se han levantado, al menos, cinco nuevos hoteles, de diseño arquitectónico moderno; se dio vida a varios hostales; a panaderías; un café calificado como “top” y se ha remodelado el Mirador del Cerro de La Cruz, el cual constituye uno de los mayores atractivos para los visitantes chilenos y extranjeros, pese los desaguisados de borrachos, vándalos y graffiteros.
Pero sigue siendo un sector hermoso, en el cual sobreviven negocios de barrio; un antiguo supermercado; sitios de preparación y venta de platos preparados y uno que otro local de aquellos que requieren, con más frecuencia de lo que podría ser normal, “señoritas, mayores de edad y de buena presencia”,, sin exigir nacionalidad y ofreciendo sueldo base y comisiones.
El Cerro de La Cruz: un sector residencial, con historia y con futuro, propio de una ciudad – puerto, como lo es Punta Arenas.
¿Y sus habitantes? Como todos los magallánicos: discretos, serios, trabajadores, buenos para disfrutar de los placeres de la vida en familia y “puertas adentro”.