Los monumentos públicos tienen dos objetivos primordiales. Uno de ellos es rendir homenaje a la memoria de personajes destacados de la historia de una ciudad, de una región, de un país.
El otro sería hacer un aporte al paisaje , al lugar dónde sus promotores decidieron levantarlo, con motivo de una fecha importante o el simple hecho de recordar a figuras históricas.
Sin embargo, en estos tiempos en que el vandalismo y la vulgaridad parecen haberse enseñoreado de las actividades cotidianas, los monumentos ubicados en el sector céntrico parecen atraer a los vándalos que deambulan un tanto ebrios, un tanto drogados o poseídos del mero deseo de destruir o dañar, en las noches y en las madrugadas magallánicas.
Las pruebas están a la vista.
Sin el menor respeto por la memoria y la obra del Gobernador Diego Dublé Almeyda y el empresario ganadero Enrique Reynard, el monumento que los recuerda está sucio, manchado con pintura y con los signos anarquistas que se conocen hace tiempo.
Ambos personajes forman parte de la historia regional porque fueron los pioneros en desarrollar, a mediados del siglo diecinueve, la ganadería magallánica, ayer y hoy de tanta importancia en la vida económica y social de nuestra región.
Tampoco se ha respetado la estatua levantada en el bandejón de la Avenida Colón, entre Armando Sanhueza y Avenida España, como la anterior, y que corona un busto del patriota uruguayo José Artigas, quien comandara los “33 Inmortales” que cimentaron lo que hoy es la República Oriental del Uruguay.
Los vándalos que lo ensuciaron y lo pintaron con signos anarquistas, ignoran la importancia de Artigas en la historia de su país y de toda la región oriental de América del Sur en lo referido a la lucha por la independencia.
Y como si no bastara esta acción en contra de un personaje fundamental en la historia uruguaya en Punta Arenas, el hermoso obelisco que se levanta en una plazoleta, en medio de la Avenida España con Colón, también exhibe las huellas del vandalismo que se pinta de anarquista.
Penoso, pero cuesta entender las razones de esas acciones porque avenida Colón abajo, entre Bories y Magallanes, está la estatua a la Libertad, simbolizado por “El Cóndor de la avenida Colón” y a unos cien metros más hacia la playa, está el monumento que recuerda al Cardenal Antonio Samoré, artífice de la paz chileno – argentina, por especial encargo del Papa Juan Pablo Segundo, casi en el límite de un conflicto bélico, en el verano de 1978: ambos monumentos se aprecian impecables.
Avenida Colón arriba, un descuido casi imperdonable borrar las huellas del vandalismo teñido de anarquismo, aunque la ley pone trabas cuando se trata de monumentos.
Sin embargo, avenida Colón abajo, es otra cosa y marca la necesidad de que se mantengan limpios de rayados.
¿Hasta cuándo? Eso no se sabe.