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Una tradición que se acentúa

Decenas de “animitas” recuerdan a quienes fallecieron en las calles

tendencias
27/03/2017 a las 21:00
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Los familiares de los fallecidos en accidentes guardan su memoria con pequeñas construcciones, faroles solares que reemplazaron las velas y que incluso han adornado con partes de los vehículos que participaron en los hechos que costaron vidas humanas.

¿Cuándo se construyó la primera “animita” en Punta Arenas?
¿Qué recordaba?
¿Dónde estaba?

La memoria colectiva no guardó esos recuerdos, pero esas hornacinas pueden apreciarse en diversos puntos de la ciudad, en la ruta que lleva a Puerto Natales o a Monte Aymond y también aquella que lleva a Fuerte Bulnes.
Pequeñas construcciones, con la forma de casas pequeñitas, recuerdan, en su mayoría, a personas que fallecieron en accidentes de tránsito, muchos de ellos, jóvenes que confiaron en exceso en la pericia de su conducción o en las condiciones de sus vehículos.
O que no respetaron los límites de la velocidad o que hicieron caso omiso de las normas del tránsito.
O que, simplemente, muy audaces, quisieron sentir los efectos de la adrenalina de la cercanía con el peligro y cruzaron el límite, sin poder retornar nunca más a este mundo.
Pero hay otras placas y otras hornacinas que recuerdan a las víctimas de la violencia que desata la mortal combinación de alcohol, drogas, frustraciones y el uso de un arma blanca, de hoja filosa y aguzada, con el frío barniz que la muerte da al acero.
Las “animitas” se ven siempre adornadas con esmero, con el cariño de los seres que quisieron y siguen queriendo a quienes cayeron en esos lugares en brazos de la muerte.
La tecnología hizo que las velas hayan sido reemplazadas por faroles que se recargan con los rayos del sol durante el día y su luz, algo azulada, puede apreciarse por las noches.
Otras hornacinas han sido adornadas con partes de vehículos que tuvieron participación  en los hechos que cobraron esas vidas o con flores artificiales, de colores fuertes, a los cuales la lluvia, el viento, la escarcha y la nieve, las van decolorando.
Y otras “animitas” pueden observarse  en el camino que lleva al Cerro Mirador, agrupadas como en un singular camposanto a orillas de la ruta, frente al cruce que lleva a la Laguna Lynch y que tiene una vista espectacular, tanto al Estrecho de Magallanes como al río o a los cerros boscosos  y a la reserva forestal Magallanes.
Desde Argentina
Desde Argentina, han llegado dos devociones que la Iglesia transandina ya definió como “paganas”, pero ha optado por aceptarlas como parte de la cultura y de la religiosidad popular.
Una de ellas corresponde a la del “Gauchito Gil”, un ladrón que fue degollado por policías argentinos el 8 de enero de 1878 y cuyo recuerdo se venera, así, se venera, en un santuario ubicado en la “Villa Miseria” de “La Cárcova”, un peligroso y miserable suburbio de Buenos Aires, el cual lo maneja una persona que estuvo quince años preso... condenado por ladrón, pero no fue degollado.
Banderas rojas, botellas de vino, cajetillas de cigarrillos y hasta cuchillos, se han depositado en ese singular altar y es sabido que muchos delincuentes van hasta el altar del “Gauchito Gil” y se encomiendan a él antes de cometer sus delitos “para que les vaya bien”.
La de la “Difunta Correa” es otra de las devociones calificadas como “paganas” y que se ha ido extendiendo por Magallanes, especialmente en Puerto Natales, pero que ya hace años es posible apreciar en la salida norte de Punta Arenas: en esos puntos es posible ver numerosas botellas llenas de agua, incluso mineral, que se dejan allí “para que la Difunta Correa” no sufra de sed en la Eternidad”.
¿Por qué?
La leyenda dice que Deolinda Correa, con un pequeño hijo en brazos, se lanzó a los yermos caminos de la provincia de San Juan, siguiendo los pasos de su marido, reclutado a la fuerza para formar parte de uno de los batallones que participaría en una de las tantas guerras civiles que ensangrentaron Argentina en el siglo diecinueve.
Un grupo de arrieros fue alertado por el gran número de buitres que sobrevolaban la cima de un cerro cercano y decidieron ascender a ver qué ocurría  realmente.
Allí encontraron, muerta de sed y con evidencias de inanición, a Deolinda, pero su pequeño hijo estaba vivo, porque seguía mamando del pecho materno: y allí surgió la versión de un milagro no aceptado por la Iglesia, pero que se incrustó en el alma popular argentina y traspasó la frontera con Chile y es posible ver en nuestra región.
Devoción actual
Es probable que, dentro de un tiempo, a las hornacinas de quienes fallecieron en accidentes o fueron víctimas de homicidios, a las de la “Difunta Correa” o las del “Gauchito Gil”, pudiera sumarse otra devoción más.
Se trata del homenaje póstumo a Miriam Alejandra Bianchi, una educadora de párvulos que falleció en un accidente carretero, en la provincia de Entre Ríos, cuando se dirigía a ofrecer un nuevo concierto a sus admiradores: se trataba de “Gilda”.
El 11 de octubre, sus fans recuerdan su cumpleaños, al son de sus mayores y menores éxitos y con una concurrencia casi tan grande como la que acudía a sus presentaciones en vivo y quien ya habría intercedido ante Dios a favor de algunos cantantes y músicos transandinos.
Habrá que esperar...

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