Con los ojos cerrados y las manos extendidas en dirección al Congreso Nacional, Ulisses de Almeida y decenas de fieles de la iglesia evangélica Asamblea de Dios rezan, durante un culto en Brasilia, por el futuro del país y por la salud del candidato ultraderechista Jair Bolsonaro.
“Bolsonaro representa muy bien nuestros ideales de conservadurismo en la familia, de principios cristianos ¡Señor todopoderoso, visítalo en el hospital donde se encuentra, restaura sus fuerzas!”, vocifera el pastor Alfeu Gebrin ante una platea de hombres, mujeres y niños que le responden con enérgicos “¡Aleluya!”.
En
vísperas de la primera vuelta del 7 de octubre, este pequeño templo
pentecostal dedica unos minutos de su culto del viernes a orar por el
país, con una bandera de Brasil ondeando en una pantalla LED gigantesca
de fondo. Bolsonaro, de confesión católica, lidera las encuestas con 28%
de intenciones de voto y alcanza 36% entre los evangélicos.
En tanto,
la ecologista evangélica Marina Silva tiene 8% en ese electorado (y en
intenciones de voto) y Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores
(PT, izquierda), segundo en las encuestas (16%), cosecha 12% entre los
evangélicos, según una encuesta de Datafolha.
María Aparecida Santana, una profesora de 36 años que afirma haber votado por el expresidente Lula da Silva en el pasado, esta vez lo hará por el excapitán del Ejército “a pesar de todas las polémicas” por sus comentarios homofóbicos, misóginos y racistas. Esos exabruptos son “insignificantes” respecto a lo que verdaderamente importa: sus propuestas para mejorar la vida de las familias y la seguridad, defiende Santana. Y todo según su lema de campaña: “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”.
Orientación de voto
La política “está tomando cuerpo dentro de la iglesia”, admite Josimar da Silva, presidente del Consejo de Pastores Evangélicos del Distrito Federal, que reúne líderes de denominaciones tradicionales como Bautista y Presbiteriana, las pentecostales como Asamblea de Dios y las neopentecostales, como la Iglesia Universal del Reino de Dios. En el país con más católicos del mundo, los evangélicos representaban 15% de la población en 2000 y 22% en 2010, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE). En 2017, ya eran 27% de acuerdo con la encuesta de la ONG Latinobarómetro.
Las iglesias evangélicas, con 81 diputados de un total de 513 y con 3 de los 81 senadores, pretenden mantener “una bancada fuerte, organizada, que pueda frenar las acciones contra la iglesia”, como ellos consideran las iniciativas para legalizar el aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo, permitido desde 2014 por la Corte Suprema.
Este año, los pastores también orientan el voto de los fieles: “Me preguntan ‘Pastor ¿me puede dar una orientarión?’. Yo les digo, el voto es secreto. Pero si quiere una guía, la tendencia entre los líderes de la iglesia es esta”, ilustra Silva, que llama a Bolsonaro “nuestro candidato”.
Conservadurismo reactivo
El crecimiento de los evangélicos se da en un contexto de avance del conservadurismo en Brasil y en otras partes del mundo, explica el antropólogo Ronaldo Almeida, de la Universidad Estadual de Campinas (Sao Paulo). Un conservadurismo que en Brasil se articula políticamente en el Congreso también con la llamada “bancada de la bala”, integrada por ex policías o militares, que buscan flexibilizar el porte de armas, y la bancada ruralista, afín a los intereses del agronegocio.
“Lo que está ocurriendo se debe en gran parte a una reacción a muchos avances en el campo de las costumbres”, como la mayor visibilidad de la comunidad LGBTI, la discusión sobre género o el matrimonio homosexual, apunta Almeida.
La candidatura de Bolsonaro se conjuga además con “un autoritarismo de fondo, fruto de los escándalos de corrupción y de la propia violencia, la delincuencia, que generan un deseo de orden, de autoridad”, agrega