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Las horas decisivas de diciembre de 1978

columnistas
23/12/2018 a las 11:50
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Testimonios de los momentos más álgidos.

Desde el 13 de diciembre los acontecimientos diplomáticos estaban a mal traer y los vientos de guerra ya se vislumbraban por ambos países, esto sucede el 21 de diciembre cuando se alcanza el clímax bélico.

El gobierno argentino estaba sumamente dividido, donde el Presidente Jorge Rafael Videla y su cuñado Washington Pastor querían aceptar la mediación papal, ya que solo la paz condicionaba su permanencia en el poder, mientras que un grupo de generales como Suárez Masón, el almirante Emilio Massera, buscaban la guerra inmediata, ya que no aceptarían mediación que no les permitiese “recuperar” parte de los territorios que ellos consideraban que el laudo les había usurpado.

Manifestaban que para ser “dueños” del Atlántico sur, había que ser dueño de sus islas y si se perdían las islas se perderían las riquezas del Atlántico sur y la antártica. Por esta razón la disputa entre “Halcones” y “Palomas” lleva a aceptar la mediación papal y luego rechazarla. Pero el 21 de diciembre se recibía la “nota de Navidad” la cual era un claro anticipo de guerra.

En Chile no se entendía el retardo del llamado unilateral al Tribunal de La Haya, pero sucedería un acontecimiento que cambia la dirección del conflicto.

El nuevo pontífice Juan Pablo II, alertado por diversos sectores de la posible guerra argentino-chilena, hace que Agostino Cassaroli anuncia el envío de un emisario personal del pontífice, para lograr un acuerdo pacífico y honorable.

La disposición fue inmediata para Chile y para Argentina tras algunas horas, también.

Para Videla era imposible negarse ante la posibilidad, pero fue el almirante Emilio Massera el que decide atacar y ocupar algunas de las islas disputadas, activando por parte de Argentina la Operación “Soberanía”.

La Flota de Mar Argentina salió de sus fondeaderos. Las unidades fueron acompañadas por aviones de combate además de efectivos de la Infantería de Marina que se desplazó hacia Cabo de Hornos en la tarde del 21 de diciembre, adelantándose al “Día D” que sería el 22.

Las unidades navales se ponen en alerta para defender las islas bajo amenaza. Para los argentinos la ocupación no sería fácil. Desde el 19 de diciembre el almirante chileno José Toribio Merino había dado la siguiente orden a las unidades de la Escuadra: “Atacar y destruir cualquier buque enemigo en aguas territoriales chilenas”.

La aviación naval y la FACh mantenían bajo observación la zona del posible conflicto.

La Escuadra Nacional, al mando del vicealmirante Raúl López Silva dejaba los fondeaderos para entrar en la batalla, asimismo nuestra pequeña pero aguerrida fuerza de submarinos ya había dispuesto a zarpar a sus unidades para ocupar sus respectivas áreas de patrulla.

Los dispositivos entraron en operación. Solamente quedaba la espera de las fuerzas argentinas. En el Comando de Operaciones Navales, en Santiago, se seguía minuto a minuto la ubicación de las unidades argentinas como también el estado de las fuerzas chilenas, y se nutría de esta información al almirante Merino: “…La defensa estaba lista y la contraofensiva era inminente…”. A las 19 horas del 21 de diciembre se detectó a unidades de la Flomar, navegando con rumbo sur en evidente formación de ataque.

A las fuerzas de Infantería de Marina apostada en las islas, particularmente en Nueva, se les informó que inminente ataque sería el 22 a las 4 de la madrugada. No se emplearon mensajes cifrados, para que los argentinos escucharan claramente que se les esperaba para darles la “recepción” correspondiente.

A las 23 horas se produjo desconcierto en el puesto de mando de la III Zona Naval. Se recibe información de un vuelo de reconocimiento de la FACh, señalando “detectadas embarcaciones argentinas desembarcando fuerzas en las islas del Martillo”. Pronto se confrontó la información de las fuerzas chilenas en la zona y se evidenció que se trataba de las torpederas chilenas patrullando el área.

El 21 de diciembre, la Flota de Mar Argentina se dirigía a las islas, pero sería una fuerte tormenta con ráfagas de viento que superaban los 100 kilómetros por hora, lo que hacía imposible operar las barcazas de desembarco, helicópteros de combate y demás armas para desarrollar sus objetivos. Esto llevó a abortar la misión.

Esto, no mermó la capacidad ofensiva de la Armada chilena. En la madrugada del 22 de diciembre, la Escuadra Chilena salió al encuentro de su par enemiga. Pero en esta ocasión, la flota argentina cambiará su rumbo por una decisión netamente política y no a causa del mal tiempo.

La Junta Militar argentina finalmente accedía a la mediación del Papa Juan Pablo II en el conflicto.

Casi simultáneamente con el cambio de curso de la flota argentina, nuestro gobierno era informado que la Junta Militar transandina había decidido aceptar el enviado papal. Horas más tarde el mismo Juan Pablo II dio a conocer en público su intervención, el envío de su emisario, y la aceptación de este por ambas partes, dirigiéndose al Sacro Colegio Cardenalicio.

 

HISTORIAS DEL DÍA D

La situación a pocas horas del “Día D” demostraba un despliegue en distintas zonas del Teatro de Operaciones Patagónico, según estimaciones de inteligencia en la época había un total de 19.300 efectivos argentinos, entre ellos 83 tanques, 60 obuses y fuerzas de apoyo de combate, las fuerzas chilenas en el Teatro de Operaciones era alrededor de 18.000 efectivos, según los análisis de capacidades Argentina tenía una superioridad de 1,8 a 1 en el campo de batalla, sin embargo diversos autores coinciden que para una ofensiva exitosa se requiere al menos una superioridad de capacidades de 3 a 1.

Sin embargo, dentro de los testimonios recopilados, se coincide plenamente en que los soldados argentinos no gozaban de la mejor situación. Muchos soldados chilenos tenían contacto visual con ellos y, a pesar de que eran superiores en números, al parecer no lo eran en ánimo, logística y condiciones de guerra.

La tensión tanto en las posiciones como en la comunidad de Puerto Natales era palpable, el peligro de un conflicto armado hizo que el entonces teniente Germán Vargas Mahuzier, desplegado en el frente de Casas Viejas, coordinara una pequeña reunión con su esposa María Soledad Domínguez cercano a las posiciones, quién en ese entonces contaba con un embarazo de seis meses.

El motivo para Vargas era muy simple, poder despedirse de su mujer y solicitarle que dejara la zona, sin embargo la respuesta estoica de ella no se dejó esperar negándose a abandonar Puerto Natales y a su esposo.

Cada soldado, ante la supuesta inferioridad chilena, tenía la misión de dar de baja al menos a cinco argentinos, y en el ambiente se respiraba que esto era posible de concretar. El entonces cabo 2do Lizardo Terán retrata el sentir en la frontera, sosteniendo que “se nos incentivaba que nosotros llevábamos en el alma la chilenidad, que traíamos por tradición la valentía, y lo debíamos explotar al máximo”.

Julio Cisternas era mecánico de telecomunicaciones y cuenta que su labor era llevar los mensajes importantes al comandante del batallón del Regimiento de Telecomunicaciones N° 5 “Patagonia” en Punta Arenas. Como todos sabían de su misión, cuando lo veían era acosado y le preguntaban por el contenido de los mensajes, a lo cual él respondía que no sabía, pero cercano al “Día D”, ante la pregunta, recuerda que respondió: “no sé, no sé…. Pero prepara la mochila”, comentó soltando una carcajada.

El día 22 de diciembre, el subteniente Pedro Pimentel, Regimiento de Caballería N° 5 “Lanceros”, en el Frente Paso San José, relata que el mensaje que llegó decía: “máximo alertamiento, agresión argentina inminente”, lo cual encendió la alarma de las tropas.

En medio de esta tensión, Pimentel recuerda que “los caballos comenzaron a hacer mucho ruido y golpear el piso, pues tenían hambre”.

Ante esto, en un acto arriesgado, decidió arrastrarse hasta donde estaban los sacos de comida, con un corvo los rompió y los empezó a distribuir silenciosamente para no levantar confusiones que podrían ser a esa altura letales. Luego volvió a su posición y menciona que “expectante durante varias horas, finalmente me quedé dormido. Al despertar no sabía si estaba soñando o había ocurrido lo peor”.

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