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Columna de opinión

Arnaldo Alarcón

opinion
06/10/2021 a las 18:26
Periodista Web 3
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Gonzalo Tejeda Gómez, Socio Cámara Austrochile

Una soleada pero fría mañana de junio de 1952, un grupo de 16 personas, provistas de buenos abrigos y sombreros de la época, se dan cita en el muelle Prat. El motivo, la llegada del buque de pasajeros “Viña del Mar”, a la espera de un joven nuevo colega.

Con paso grácil, sonrisa afable y su característico bigote, Arnaldo Alarcón Fabres, a la sazón de 24 años, camina por el muelle Prat rodeado del afecto de sus nuevos colegas. Con curiosidad mira los cerros que rodean la ciudad, se sorprende con la belleza salvaje del Estrecho, y da las primeras bocanadas de aire, saboreando el desconocido frío austral. Todo muy distinto de su natal y siempre caluroso Chillán.

Recordaba la pena de su madre y familia que lo vieron partir a la desconocida y casi mítica Patagonia, pero pesaron más las sugerencias y recomendaciones de su antiguo jefe de Río Bueno, quien lo instó a emprender este lejano viaje que le daría un cambio radical a su vida.

Tuvo sus primeros acercamientos al turismo como tasador del Servicio de Impuestos Internos, recorriendo la Patagonia, visitando estancias y navegando sus canales. Se empezaba a maravillar y enamorar de su nueva zona, y sobre todo del sector del río Serrano y Torres del Paine (previo a la creación del Parque Nacional), lugar en ese entonces poco explorado pero de una fuerza visual que lo cautivó desde el primer momento. Fue el complemento perfecto para acrecentar aun más el romance que ya mantenía con su hobby eterno, la fotografía.

Fruto de estos periplos en la zona, se anima a postular a un campito, y el sueño se cumple a fines de los 50 cuando se adjudica un lote de 3.000 hectáreas (el 34) en el sector La Victorina, aún hoy de complicado acceso en el sector del lago Dickson. El trabajo fue arduo, ya que este lo hacía siendo paralelamente funcionario del SII. Hacía salidas semanales los días viernes a las 18 horas desde Punta Arenas, para después de muchas y solitarias horas en vehículo por sinuosos y polvorientos caminos, llegar finalmente a la estancia entrada la noche. El día sábado recorría el campo y el domingo después de un almuerzo temprano iniciaba el regreso a la ciudad, para el lunes a primera hora estar puntualmente en su trabajo de tasador en el SII.

A mediados de los años 60 abandona finalmente el SII y entrega al Fisco la concesión ganadera que tanto tiempo y trabajo tomaron. Ahora sí vendría definitivamente la primera incursión turística junto a sus socios Ernerto Scabini y Nicolás Marco Mladinic al hacerse cargo de la hosteria Cisne de Cuello Negro y El Pionero. En este emprendimiento fue siempre secundado por su familia, su amada compañera Marta y sus hijos Loreto y Arnaldo, quienes cooperaban en la atención de las hosterías.

En 1976 es designado director del naciente Servicio Nacional de Turismo en Magallanes, por Liliana Mahn, cargo que ejerció hasta 1979 trabajando mano a mano con la siempre vital y enérgica Liliana.

Es ese mismo año que, junto a sus socios de toda una vida, la familia Cañón-Perez, finalmente forman ALPE, sociedad con la cual dieron vida al muy conocido Hotel Los Navegantes, que administraron por largos y exitosos 30 años. Con gran jovialidad don Arnaldo recuerda que mientras daba el discurso inaugural del hotel, dos familias argentinas esperaban expectantes, valijas en mano, el término del mismo para hacer el check-in.

Estados Unidos, Europa y Buenos Aires fueron blanco de muchos viajes de promoción, en los que junto a sus amigos y colegas se esforzaron por presentar y ofrecer este tan distante y en ese entonces poco conocido destino. Nombres como los de Ernesto Fernández de Cabo, Carlos “Canario” Álvarez, Sergio González, Nadia Skarmeta, entre otros, saltan espontáneamente de sus recuerdos.

A estas alturas de la vida don Arnaldo se reconoce como un eterno agradecido por la oportunidad tomada de radicarse en Punta Arenas, lugar donde formó la familia que le ha dado dos hijos y seis nietos. Donde también tuvo la gran alegría de vivir cerca de varios de sus hermanos, quienes motivados por sus experiencias y relatos también dejaron la natal Chillán para vivir en Magallanes.

Don Arnaldo, jefe, amigo y colega. Magallanes reconoce en su historia de vida la labor de muchos de sus contemporáneos, quienes con pocos medios y escasa experiencia, pero provistos de gran voluntad y visión de futuro, lograron cambiar el rostro de Magallanes haciendo de nuestra región uno de los destinos más conocidos de Chile y reconocido ampliamente a nivel mundial.

Nos sentimos orgullosos de tan justa distinción que tomamos como propia, al ser continuadores de su trabajo y poder hoy recoger los frutos de tantos años de esfuerzo en pos del turismo regional.

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