Lo que hace menos de un mes parecía insólito e imposible, hoy empieza a mostrarse nítidamente como una realidad. José Antonio Kast, uno de los rostros más rechazados en el mundo políticamente correcto que ha dominado nuestra fauna del poder en los últimos 30 años, prácticamente tiene asegurado su paso segunda vuelta.
Por primera vez, esta semana, su nombre lideró la encuesta Cadem ante las elecciones presenciales que se realizarán el 21 de noviembre, mientras que en la encuesta Pulso Ciudadano, aparece en segundo lugar.
Cierto es que las encuestas han errado mucho en los últimos años y en especial en lo que se refiere a la figura del candidato presidencial republicano, a quien le adjudicaron una votación del 2% en las pasadas elecciones y obtuvo un 8%. “Esperábamos un 12%, pero es un logro”, comentó entonces el candidato presidencial.
Pero esta vez, sin embargo, todo indica que hay sólidas razones que dan cuenta que el liderazgo de Kast, al interior de la derecha, se ha consolidado con fuerza.
Pero primero veamos los números.
Ante la consulta “si las elecciones presidenciales fueran el próximo domingo, ¿Por cual de los siguientes candidatos votaría usted?”, el candidato del Partido Republicano alcanza el 21% de las preferencias, mientras que su contendor de Apruebo Dignidad logra el 20%, lo que es considerado por Cadem como un empate técnico. Los datos indican que la carta de la derecha registró un alza de 3 puntos en relación a la medición anterior, mientras que el candidato de Apruebo Dignidad bajó un punto.
Eso sí, la encuesta también asegura que en una eventual segunda vuelta, Gabriel Boric se impondría al resto de los candidatos, donde le ganaría por 4 puntos a Yasna Provoste (39% vs 35%) por 6 puntos a Gabriel Sichel (41% vs 35%) y por 8 puntos a José Antonio Kast (43% vs 35%).
Días antes, la encuesta Pulso Ciudadano ya anticipaba que la disputa por el primer lugar se daría también entre Boric y Kast. Si las elecciones fueran hoy, reveló el estudio, un 21,3% de los encuestados votaría por el exdirigente estudiantil y en segundo lugar aparecía el diputado con un 16,3% de las preferencias.
Una vez más, también, los estudios revelaban lo que ha sido la principal arma del candidato republicano para ganarse un espacio creciente ante la opinión pública y que es su brillante desempeño en los debates.
Un 32% de los encuestados por Cadem consideró que había sido el vencedor. Le seguía Gabriel Boric con un 17% de las preferencias y Yasna Provoste con el 15%. En cambio, Sichel (4%) y Artés (2%) tuvieron el peor desempeño.
Y aquí está, probablemente, una de las principales claves para entender el fenómeno que ha representado la arremetida del candidato del Frente Social Cristiano ante una opinión pública que, durante años, lo ninguneó tratándolo de ultraderecha o neonazi, como directamente se lo preguntó la propia televisión alemana en una reciente entrevista.
Porque un debate presidencial hoy día, ya no es un ejercicio de políticos mirado por políticos, mientras la mayoría seguía con su vida mirando una película, disfrutando con los amigos o simplemente durmiendo. No, ese país que existía hasta hace dos años parece haberse ido hace mucho tiempo.
En el dramático escenario del Chile actual, las firmes -y polémicas- convicciones de Kast asoman como un rayo de esperanza para muchos. El escenario actual está marcado por la salvaje violencia del estallido social, tan romantizado por algunos, la muerte de más –mucho más- de 37 mil personas durante la pandemia y la construcción, a ratos delirante, de una nueva Constitución cada vez más parecida a la Casa de Algunos y no de Todos.
Este último elemento se reveló nítidamente durante uno de los debates presidenciales cuando Kast dijo tranquilamente y sin inmutarse que “de todos los que estamos aquí, yo soy el único que orgullosamente voté por el rechazo”. Estoy seguro que en ese momento Sichel quedó fuera y Kast consolidó el total liderazgo de su sector político, reflejado más tarde con claridad por las encuestas.
De poco sirvió el durísimo ataque de Gabriel Boric, quien lo emplazó señalándole sus inversiones en un paraíso fiscal en Panamá que primero negó y luego tuvo que reconocer. Al cabo, nada ilegal había en ello, pues a diferencia del lío de Piñera con Dominga, aquí no había ningún conflicto de intereses, sino tan solo la crítica moral a quienes sacan su dinero y su fortuna a paraísos para escapar de países cuando estos amenazan con volverse infiernos tributarios.
Durante el debate presidencial, Gabriel Boric, seguro de su triunfo, se dedicó más bien a tender puentes con todos los candidatos de centroizquierda desde Provoste a MEO, casi ignorando a Kast a quien optó por llamarlo José. Pero cuando le indicó a Artés que los derechos humanos se debían respetar en todo momento y lugar, incluido Venezuela, este lo retó como a un niño chico. “No me vas a decir a mí lo que es luchar por los derechos humanos”, le espetó el candidato que admira a Cuba y Corea del Norte.
Y es que como dijo el destacado analista político José Auth, “Kast no tiene nada a la derecha y, por lo tanto, tiene libertad para moverse al centro y descolocar a sus adversarios. En cambio, Boric tiene al 98 por ciento de la izquierda de su lado, pero hay una diferencia entre el 98% y el 100%”, señaló.
Lo irracional de la postura de Artés desnuda, sin embargo, la principal debilidad de una coalición que aspira firmemente a ser gobierno y, sin embargo, carece de muchos de los más elementales conceptos de lo que es posible tanto políticamente como económicamente, simplemente, porque lo que a ellos les interesa es una refundación total del país, no importa el costo económico o social que ello represente.
Así se lo había dejado muy en claro días antes el Partido Comunista (PC) a Boric al decirle Jadue que “sí tuerce un milímetro el programa pactado, me van a tener a mí primero en la línea de denuncia y cobrándosela”. En otras palabras una imposición total y absoluta, que niega la esencia de la política, el arte de lo posible a través de acuerdos para llegar a un objetivo.
En los días siguientes, esto quedó aún más claro porque si Artés no sabía el costo económico de su programa, Boric demostró esta semana que poco entiende de números, al responder que el impuesto a los súper ricos iría para las empresas que ganan más de mil UF incluyendo aquí, por cierto, a muchas pymes.
Ante ese afán totalitario de la izquierda y la centroizquierda de refundarlo todo, de destruirlo todo, no sólo el sistema político, sino que incluso hasta quizá el himno y la bandera, es que el orgulloso –y desafiante- desplante de Kast por defender los valores más tradicionales que dan sustento a nuestro país, ha sido cada vez más valorado por la opinión pública, al punto que una segunda vuelta será seguramente entre Boric y Kast… entre totalitarismo y libertad.