Hoy es un día clave para Chile: tenemos una nueva oportunidad para rearmarnos como sociedad. Una nueva chance de encausar uno de los proyectos más necesarios que nos ha dado la política contemporánea; la posibilidad de construir en conjunto el marco jurídico que fortalezca nuestra democracia y propicie el entendimiento y el respeto entre personas diversas, pero unidas por un deseo de bien común, de desarrollo y crecimiento, y sobre todo, de amor a la Patria.
Para ello, es necesario y relevante que las personas sepan que se trata no solo de una elección histórica y decisiva para el futuro de nuestro país, sino que también que en ésta operará el voto obligatorio. Así de importante es.
Por lo mismo, el llamado es a votar en conciencia, pensando especialmente en las futuras generaciones, ya que, una Constitución defectuosa -como la propuesta por la Convención Constitucional- puede afectar de forma importante la calidad de vida de las personas. En esa línea, hoy lo más sensato y razonable es votar rechazo, para continuar en la búsqueda inmediata de una Constitución que efectivamente nos una y que nos permita afrontar como se debe los desafíos que tiene nuestro país en salud, pensiones, educación, seguridad y en tantas otras materias relevantes para los chilenos. Anhelos que fueron constantemente recordados por la ciudadanía en el transcurso de este año y que, lamentablemente, la Convención no supo escuchar ni muchos menos plasmas en la propuesta.
Rechacemos por Chile. Primero, porque este borrador de nueva Constitución podría agravar la crisis política y social que afecta a nuestro país desde el Estallido Social; segundo, porque es una propuesta partisana, escrita por una asamblea de izquierdas y muy similar a un programa de gobierno que excluyó a millones de chilenos; tercero, porque se contemplan discriminaciones que son injustas e inaceptables en función de nuestro origen; cuarto, porque se incorporaron una serie de normas y principios que afectarán fuertemente el desarrollo de actividades productivas y de emprendimientos de distinto tipo, mermando a su vez el crecimiento económico; y, finalmente, porque la propuesta amenaza de forma importante la separación de poderes y la independencia que deben tener los jueces para administrar la justicia de buena forma.
Pese a lo sucedido en el transcurso del último año, aún habemos quienes creemos que Chile debe tener la Constitución los represente; una alejada de la política beligerante, que consagre el respeto y el valor de la diferencia; la libertad de las personas y sobre todo, el carácter sagrado de la democracia. Hoy tenemos una nueva oportunidad de restituir a la política su sentido y su dignidad. Es posible, pero sobre todo, necesario.