Ayer despedimos a Dante Panicucci Bianchi, amigo y compañero. Este adiós fue particularmente difícil y triste. Bromeamos juntos tantas veces con su probable partida que este momento parece solo otro mal chiste. Toda su vida, su impronta, fue vivir con alegría, por eso te hiciste un viejo amigo, querido y respetado.
De talla fresca, espontánea e instantánea, siempre terminabas siendo el centro de atención y entretención de quienes nos reuníamos los viernes por la noche. Cómo nos arrepentiremos de no haber grabado tus largos e hilarantes relatos, ya sea de hechos de tu vida o del quehacer de algún conocido, todos cargados de chistes y expresiones que nos mantenían horas atentos al desenlace. Todo un cuentacuentos, cuyos relatos eran aun mejor a la semana siguiente.
De joven Dante acogió las ideas del socialismo. Toda su vida la puso a disposición de la causa de la justicia y la defensa de los más desposeídos. Fue militante de base, dirigente comunal y regional, y como candidato del PS fue alcalde de Río Verde y consejero regional por la provincia de Magallanes. Y seguramente para muchos su quehacer político fue nuestra puerta de entrada para conocerlo y apreciarlo. Una cosa común entre todos los que lo conocimos es que lo queremos y lo extrañaremos.
Generalmente afable, tranquilo y mesurado, pero su sangre italiana lograba expresarse y muchas veces su pasión por sus ideas, su lealtad por los amigos y la familia lo llevaba a defender su posición con fuerza, vehemencia y aires iracundos; sin embargo, siempre finalmente retornaba rápidamente a la amistad y el cariño hacia su oponente transitorio.
Dante siempre fue de diálogo, de conversar con todos, de la búsqueda de entendimientos, quizás como una forma de testimonio para aquellos que teniendo posiciones políticas distintas osaron hacerle pasar apremios violentos, incluidos la tortura y la prisión, solo por pensar distinto, solo por ser socialista. Su paso por presión política por el Regimiento Pudeto, por el Estadio Fiscal y luego Isla Dawson marcaron su vida, pero ni el peor de los apremios pudo cambiar su esencia, su alma y su alegría de vivir. La tortura no logró doblegarlo.
Su carácter amigable y su pasión por la política lo llevaron a ser miembro permanente de varios grupos transversales de conversación; seguramente sus contertulios del Lomito’s y del History extrañarán su presencia y sus variados relatos.
Conocí a Dante en mi juventud como compañero de partido en la Población 18 en plena clandestinidad, generamos complicidades políticas en su campaña a alcalde el año 1992 y continuamos una lucha común a partir de nuestra amistad con Carlos González. De la vida política pasamos a ser amigos a partir de un encuentro aleatorio en un bar de Santiago, y desde ahí en adelante, junto al grupo de truco de los viernes, pasó a ser un viejo querido en mi vida y en la de muchos que recibimos su afecto. Fui de los favorecidos con su amistad, de ser invitado a jugar truco a su casa o disfrutar las largas tertulias con él en casa de Emilio. En mi memoria quedará la vez que fuimos juntos el triunfo 1-0 de la selección chilena contra Argentina, que gritamos a todo pulmón en el Estadio Nacional.
Mis condolencias a la familia de sangre, especialmente a sus hijos Daniela e Ítalo, y a toda su familia política, el pueblo socialista que lo albergó toda su vida. Un viejo entrañable, que guardaremos en nuestros corazones y seguro tendremos siempre presente. Honor y gloria al compañero Dante.