Uno de los libros que continúa permeando el debate público, académico y político tiene estrecha relación con los preceptos recogidos a través de la obra de Karl Marx y Friedrich Engels en el siglo XIX. En la actualidad sus aristas de filosofía política siguen “contagiando” a decenas de jóvenes universitarios progresistas, de izquierda política y con fuerte tinte utópico, claro, viendo como su ideología desde una mirada histórica aún no puede ser una realidad global, por ende, observar sus pretensiones y recordar una fecha clave para el mundo comunista y socialista, sin duda, resulta muy interesante. Así es como mi columna de la semana se titula; “21 de Febrero de 1848: El Manifiesto Comunista”.
Primero, respecto de nuestra temática en cuestión Infobae con fecha 23 de febrero del 2024 señala lo siguiente: “Publicado por primera vez en forma anónima, en Londres, el 21 de febrero de 1848, fue un texto escrito por encargo de la Liga de los Comunistas, una asociación creada poco antes, en junio de 1947, e integrada mayormente por exiliados alemanes, como el propio Karl Marx. Cuando redactó el Manifiesto, a dúo con Friedrich Engels, Marx ya había sido expulsado de Alemania y de Francia por sus ideas socialistas y su activismo. Durante su exilio en Londres escribirá casi toda su obra […] Diferenciándose de los “socialistas utópicos”, Marx y Engels se propusieron formular los principios de un “socialismo científico”, partiendo de una crítica al orden capitalista que expuso las leyes de su funcionamiento; leyes que llevarían al sistema a su destrucción […] El Manifiesto, por lo tanto, fue mucho más que una simple proclama política. En este pequeño libro, Marx volcó una teoría de la historia y del progreso, del funcionamiento de la economía y de las clases sociales. Además, profetizó la revolución proletaria”. Tal vez, estamos en presencia de un documento que permanece vigente en aquellos rudimentos y esbozos políticos del vector comunista, no obstante, con fuertes críticas dada sus pretensiones hacia la sociedad moderna.
Segundo, para Marx y Engels, “la historia de toda sociedad hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases”, desde los patricios y los plebeyos en la antigua Roma, los siervos y los señores en el feudalismo, hasta los burgueses y los proletarios en el capitalismo. Cabe señalar que, para los personajes enunciados, la burguesía es una clase dinámica que ha jugado en la historia un rol revolucionario al derrocar al poder feudal. Su prosperidad deriva del crecimiento de la industria y del comercio, por consecuencia, potenciados por la apertura de nuevos mercados y horizontes mercantiles. El obrero es esclavo de los burgueses y de la máquina -y por un sueldo de subsistencia- en un sistema cuyo fin proclamado es la ganancia. Eso legitima la reivindicación comunista de que los medios de producción deben pertenecer a quienes trabajan con ellos, a los obreros, y no a los burgueses. Sin duda, una clara utopía en nuestro tiempo, ya que, es imposible que un trabajador dependiente se lleve las utilidades de su trabajo, dado que forma parte de un engranaje donde el activo pertenece al mundo privado, por eso y mucho más, la innovación, emprendimiento y fomento del mercado, siempre es una salida al crecimiento del bien estar y economía individual en estos tiempos. Por otra parte, la frase “el paso de la sociedad burguesa a una nueva sociedad no puede hacerse mediante reformas, sino por una revolución”, es muy propia del pensamiento y narración del Manifiesto Comunista, sin embargo, es profundamente dañina para la civilización de occidente, paz ciudadana, democracia y republicas adscritas.
Me pregunto, ¿Qué tan presente está el texto de Marx y Engels en nuestro país? ¿Es viable llevar a cabo sus pretensiones en pleno siglo XXI? ¿Podemos rescatar algo de este trabajo para nuestra época? ¿Por qué sus epistemologías han fracasado? Tal vez, Chile ha divisado en más de una oportunidad la intención de colocar en marcha aquellos viejos lineamientos comunistas que, dicho sea de paso, corren el peligro de fundar un cáncer significativo en nuestra nación, uno que pretende construir una sociedad igual, restringida y vigilada al más puro estilo del panóptico de Michel Foucault. La historia debe enseñarnos de los errores, de los modelos e intentos de estos en el pasado, de lo contrario, podemos caer en mirar espejismos que nunca serán una realidad saludable para nuestra sociedad civil. La obra de Marx y Engels confecciona un momento histórico del cual nadie puede quedar indiferente, de ahí que mi columna de la semana se titule; “21 de Febrero de 1848: El Manifiesto Comunista”.