La infancia y la adolescencia son etapas cruciales de la vida, en las que adquirimos conocimientos, experiencias y habilidades que luego moldean nuestra adultez. Por ello, es fundamental reflexionar sobre la incidencia de las nuevas tecnologías durante estos procesos, en particular, el de la Inteligencia Artificial (IA).
Recientemente se publicó la séptima Radiografía Digital de Niños, Niñas y Adolescentes, una encuesta realizada en enero de este año a 1.000 estudiantes chilenos de entre 8 y 17 años, junto con 1.000 padres, quienes respondieron una serie de consultas atingentes a la materia y cuyos resultados fueron dados a conocer a fines de marzo. Esta indagación buscó comprender la relación de los menores con las herramientas electrónicas y su influencia en la vida cotidiana.
Entre los temas abordados, la proliferación de internet, el uso de smartphones y la interacción en redes sociales, se destacaron notablemente. Sin embargo, quiero resaltar dos datos para mí relevantes, relacionados con la IA. El primero, que el 86% de los encuestados afirmó haber tenido al menos una experiencia con esta solución. Y el segundo, que el 50% la utilizó para fines académicos, lo que demuestra su presencia en el ámbito académico.
En mi opinión, ambas cifras dicen mucho por tres motivos. Para comenzar, son números más bien altos, al menos desde la masificación de la Inteligencia Artificial como insumo al alcance de nosotros. Ésto habla de un comportamiento fundamental en las primeras etapas de nuestro crecimiento, como es la curiosidad, y que esta innovación cada vez más creciente provoque la necesidad de exploración, de investigación y de aprendizaje en los jóvenes, es una buena noticia.
Otra razón para relevar estos resultados es que el recurso está siendo empleado para fines académicos, lo que nos invita a pensar en cómo sacar el máximo provecho de su manejo, al mismo tiempo que vuelve imperante el diálogo sobre los mejores caminos para hacerlo. Hay que supervisar sus maneras y métodos, situar contextos en los que se vea involucrada, ver los puntos a favor y en contra, lo que, a la larga, nos permitirá debatir sobre ella y sacar las mejores conclusiones
Y por último, estos números nuevamente exponen que la Inteligencia Artificial no se atañe a una sola cosa. No es parte de un solo asunto o requerimiento. Es una herramienta que quienes la emplean y direccionan son los humanos. ¿Es posible beneficiarnos de sus atributos para una mejor escolaridad? Por supuesto, pero al igual que con otros asuntos como el trabajo o el acceso a la información, es necesario hacerlo de manera amplia, crítica, regulada y responsable.
El debate sobre la aplicación de herramientas tecnológicas en la educación no es nuevo. Lo confirmé luego de conocer un artículo de la Unesco, La máquina de enseñar, que fue publicado en 1965, el cual da contexto y explica algunos programas desarrollados en Estados Unidos para guiar a los escolares y su formación ante instrumentos como auriculares o máquinas de escribir. Si en la década de los 60 ya se estaba dando la discusión. ¿Por qué no hacerlo ahora?